San Ignacio de
Antioquía (+107): los docetas «no confiesan que la Eucaristía es la carne de
nuestro Salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que por
bondad resucitó el Padre. Por eso los que contradicen al don de Dios litigando,
se van muriendo» (Cta. Esmirna 7,1). Alude a: «Si no coméis la carne del Hijo
del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53).
San Ireneo (+200):
«¿Cómo les constará [a los herejes] que ese pan, en el que han sido dadas las
gracias [consagración], es el cuerpo del su Señor, y que ése es el cáliz de su
sangre, si no reconocen que él es Hijo del Creador del mundo, esto es, su Verbo?»
(Contra las herejías l.4, c.18,4).
Traditio apostolica
(Roma, 220). «Todos eviten con cuidado que el infiel coma la Eucaristía… Es el
cuerpo de Cristo, del cual todos los fieles se alimentan» (Funk, 115).
Orígenes (+253): En el
AT «el maná era alimento en enigma, ahora claramente la carne del Verbo de
Dios
es verdadero alimento» (Homilía 7,2).
Clemente de Alejandría
(+320): dice el Salvador, «yo soy tu sustentador, que me he dado a mí mismo
como pan» (¿Qué rico se salvará? 23).
San Hilario (+367): «No
hay lugar a dudas sobre la verdad de la carne y de la sangre [en la encarnación
del Verbo]. Ahora [en la Eucaristía], según palabras del Señor y según nuestra
fe, es verdaderamente carne y verdaderamente sangre» (Trat. sobre la Trinidad,
lib.8, 14).
San Dámaso, papa
(+384): Acosado San Tarsicio por los profanos cuando llevaba la Eucaristía, la
defendió con todo empeño, y «prefirió dar la vida [herido por las piedras]
antes que traicionar los miembros celestiales en favor de perros rabiosos»
(Epigrama).
San Cirilo de Jerusalén
(+386): «Habiendo dicho Él del pan, Éste es mi cuerpo, ¿quién se atreverá a
dudar en adelante? Y habiendo dicho Él, Ésta es mi sangre, ¿quién podrá dudar
jamás y decir que no es la sangre de Él?» (Catequesis IV,1).
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