Es frecuente en la literatura espiritual ver en María Magdalena un modelo acabado de piedad eucarística.
Así como ella rondó y custodió el sepulcro donde fue depositado el cuerpo adorable de Nuestro Señor, con igual perseverancia el alma eucarística ronda y adora el cuerpo de Cristo escondido en el Sagrario, anhelando un poco más de tiempo junto a Él.
Escribe al respecto el padre Antonio de Castellammare: