Ven, alma mía, ven y
echa una mirada a tu amado Dios: está preso en el Sagrario por el amor que
concibió por ti antes de todos los siglos. Él es tu Dios. Y está preso día y
noche en espera de tu visita. Para que visites a quien sufre presidio, bastante
te motiva la pena que soporta; mucho más la inocencia que lo absuelve. ¿Cuánto
te motivará el amor a ti que lo encarcela? Medita ya, alma mía, quién mora en
esta Cárcel de Amor preso… Es Jesús, tu Amado… Jesús, el Hijo del Dios vivo…Jesús,
el Hijo de la Virgen María… Jesús, tu Redentor, tu Padre, tu Maestro… Aquel
cuya presencia lo incluye todo y cuya ausencia no encierra más que amarguras y
desazones… ¡Alma mía! ¿Quién es el que ocupa esta Cárcel de Amor?… Es el Poder
que lo creó todo, la Sabiduría que todo lo sabe y que dispensa todo con medida,
la Bondad que lo prodiga todo, la Misericordia que todo perdona… Es la sonrisa
de los Ángeles, el gozo de los Santos, la ventura de las Vírgenes, el deseo de
los corazones que saben amar… Es el dulce y buen Jesús.
—Oh Jesús, gozo y amor
del Cielo y de la tierra, ¿qué haces encerrado en el Sagrario? ¿Por qué te
plugo morar en esta cárcel?