21 de marzo de 2010

Eucaristía y sacramento de la Reconciliación

Su relación intrínseca

20. Los Padres sinodales han afirmado que el amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación.[54] Debido a la relación entre estos sacramentos, una auténtica catequesis sobre el sentido de la Eucaristía no puede separarse de la propuesta de un camino penitencial (cf. 1 Co 11,27-29). Efectivamente, como se constata en la actualidad, los fieles se encuentran inmersos en una cultura que tiende a borrar el sentido del pecado,[55] favoreciendo una actitud superficial que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la Comunión sacramental.[56] En realidad, perder la conciencia de pecado comporta siempre también una cierta superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios. Ayuda mucho a los fieles recordar aquellos elementos que, dentro del rito de la santa Misa, expresan la conciencia del propio pecado y al mismo tiempo la misericordia de Dios.[57] Además, la relación entre la Eucaristía y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es algo exclusivamente individual; siempre comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el Bautismo. Por esto la Reconciliación, como dijeron los Padres de la Iglesia, es laboriosus quidam baptismus,[58] subrayando de esta manera que el resultado del camino de conversión supone el restablecimiento de la plena comunión eclesial, expresada al acercarse de nuevo a la Eucaristía.[59]


Algunas observaciones pastorales

21. El Sínodo ha recordado que es cometido pastoral del Obispo promover en su propia diócesis una firme recuperación de la pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía, y fomentar entre los fieles la confesión frecuente. Todos los sacerdotes deben dedicarse con generosidad, empeño y competencia a la administración del sacramento de la Reconciliación.[60] A este propósito, se debe procurar que los confesionarios de nuestras iglesias estén bien visibles y sean expresión del significado de este Sacramento. Pido a los Pastores que vigilen atentamente sobre la celebración del sacramento de la Reconciliación, limitando la praxis de la absolución general exclusivamente a los casos previstos,[61] siendo la celebración personal la única forma ordinaria.[62] Frente a la necesidad de redescubrir el perdón sacramental, debe haber siempre un Penitenciario [63] en todas las diócesis. En fin, una praxis equilibrada y profunda de la indulgencia, obtenida para sí o para los difuntos, puede ser una ayuda válida para una nueva toma de conciencia de la relación entre Eucaristía y Reconciliación. Con la indulgencia se gana « la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en lo referente a la culpa ».[64] El recurso a las indulgencias nos ayuda a comprender que sólo con nuestras fuerzas no podremos reparar el mal realizado y que los pecados de cada uno dañan a toda la comunidad; por otra parte, la práctica de la indulgencia, que, además de la doctrina de los méritos infinitos de Cristo, implica la de la comunión de los santos, enseña « la íntima unión con que estamos vinculados a Cristo, y la gran importancia que tiene para los demás la vida sobrenatural de cada uno ».[65] Esta práctica de la indulgencia puede ayudar eficazmente a los fieles en el camino de conversión y a descubrir el carácter central de la Eucaristía en la vida cristiana, ya que las condiciones que prevé su misma forma incluye el acercarse a la confesión y a la comunión sacramental.

(Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis)

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