23 de marzo de 2011

III Domingo de Cuaresma


«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría Agua Viva» (Jn 4, 10)
Monición de entrada:
Todos los seres humanos vivimos, a diario, la experiencia de la sed. Quien lleva horas sin beber, caminando en pleno verano o postrado en cama, parece que va a morir de sed.
La imagen del «sediento» le sirve a Jesús para dialogar con la samaritana (Jn 4). El mismo Jesús le pide: «Dame de beber». Tiene sed física. Había caminado y era alrededor del mediodía. Pero esa petición es mucho más honda. Tiene sed de conversión de esa mujer. «Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él», decía san Agustín. Ésta es la verdadera sed de Jesús: la salvación de todos los hombres. En la cruz lo gritará con mucha fuerza: «Tengo sed» (Jn 19,28).
En este tiempo de Cuaresma, camino de la Pascua, somos invitados a acudir a la Fuente de Agua Viva: Jesucristo, presente en la Eucaristía. Hoy, desde su presencia eucarística, el Señor te dice: «Tengo sed de ti». Deja resonar esa palabra, su Palabra para ti.
Canto de entrada:
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Proclamación de la Palabra:
«Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber”. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no se hablan con los samaritanos). Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría agua viva”. La mujer le dice: “Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?” Jesús contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí para sacarla”» (Jn 4, 7-15).
Puntos de oración ante Jesús Eucaristía:
• Jesús tiene sed y suscita la sed de aquella mujer samaritana: «Si conocieras el don de Dios». Es como si le dijera: «Si tuvieras experiencia del amor infinito que tengo por ti, si te abrieras a la gracia de mi Espíritu, si bebieras en la Fuente de Agua Viva, si te dejaras transformar por mi misericordia… serías una mujer nueva, saciarías esa sed que tienes de amor. Has buscado amores raquíticos, han abusado de ti, te han dejado a mitad de camino, te han engañado… y estás destrozada. Estás llena de “heridas” afectivas; estás desengañada de vanos proyectos amorosos. Si conocieras a quien es el Manantial eterno: “le pedirías tú, y Él te daría Agua Viva”» (cf. Jn 4,10).
• Jesús se descubre como «el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». Ante esas palabras llenas de verdad, que le «tocan» el corazón, que le llena de luz en su interior, ella responde: «Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed» (Jn 4,15).
• Esta es nuestra realidad. Estamos sedientos de amor, de luz, de ternura, de paz, de consuelo, de justicia, de libertad y… sin saberlo, «sedientos de Dios». «Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo» (Sal 42,2).
Silencio meditativo.
• La Eucaristía es la Fuente del Agua Viva. En ella Jesucristo, Agua Viva, se nos da y nos da su Espíritu de Amor. Así lo proclamó en el templo de Jerusalén:
«El último día, el más solemne, Jesús en pie gritaba: El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de Agua Viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en Él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado» (Jn 7,37-39).
• Del corazón traspasado de Cristo en la cruz, por la lanzada del soldado, brotará «sangre y agua», brotará un torrente de Agua Viva, el único Agua que puede saciar la sed de amor y santidad que lleva dentro todo bautizado.
• En esa Fuente del costado abierto de Cristo nos ha invitado la Iglesia a beber el Agua viva, el único Agua que calma la sed, que nos adentra en el misterio de amor del Hijo de Dios entregado para siempre como Cordero que quita el pecado del mundo.
• Jesús, presente en el Sagrario, nos llama cada día a prolongar el diálogo íntimo con Él después de cada Eucaristía, en adoración, en alabanza continua. Ahí, actualizamos esa presencia amorosa y señalamos al resto: «Está ahí; venid a adorarlo. ¡Está tan solo! ¡Está tan insuficientemente correspondido! ¡Él es tu faro de luz, el único que puede iluminarte y transformarte! Ven y adórale».
Silencio meditativo.
Oración final:
Oh Buen Pastor, que nos llamas a permanecer largo tiempo junto a ti, en tu presencia eucarística, acompañándote en el Sagrario, en adoración, acrecienta en cada uno el amor a la Eucaristía, la vivencia honda y gozosa de cada celebración de la Santa Misa y la renovación ardiente de la adoración eucarística en las parroquias, para que sean muchos los cristianos que se dejen transformar por ti al contemplarte, y sean sal de la tierra y luz del mundo, con su testimonio, en cualquier ambiente social.

18 de marzo de 2011


Con gran alegría, comenzamos a celebrar como Iglesia, la solemnidad de san José y creo que hay dos aspectos de la figura de este gran santo que pueden iluminar nuestra propia vida eucarística.
José ante el misterio de Dios presente en María se sorprende. La manifestación de Dios siempre sorprende. Conoce que Dios le llama a ser el esposo de María y el custodio de Jesús y acepta el riesgo que siempre supone la fe con un corazón sencillo, abierto, disponible.

Su fe se tradujo en fidelidad. Cumple la misión sin ruidos. Habla el lenguaje que mejor conoce: El lenguaje de los hechos. Siempre al lado de Jesús y de María con sentimientos de asombro y de gratitud. A San José le podríamos calificar como “Custodio de la Eucaristía”. Así lo afirma la liturgia: “Confiaste los primeros misterios de la salvación a la fiel custodia de San José”. Él acoge a Jesús presente en seno de María, él asiste a la adoración de los pastores y de los magos, él le lleva a Egipto y lo trae, él le enseña a rezar, él le busca, él contempla su crecimiento, él acepta con agrado su trabajo en el taller de Nazaret.

La Iglesia imita a José cuando suscita en los fieles los sentimientos de asombro y gratitud ante el misterio de la Eucaristía. “Este asombro ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística”, decía el Santo Padre Juan Pablo II en su Encíclica (n. 5). En el pan y vino consagrados se hace presente el Señor mismo. Él en persona. Vivo. Resucitado. Dios y hombre. Nuestro mejor amigo. Nuestro Salvador.

Estamos invitados como San José a creer y a adorar. A reconocer y bendecir, a confesar y a postrarnos. Asombrados, estremecidos. Agradecidos y gozosos.
Que la fiesta de San José este año nos ayude a crear actitudes de adoración, de agradecimiento, de estima hacia Cristo presente en la Eucaristía y hacia su fiel custodio san José.
José, hijo de David, no temas al insondable plan de Dios.
El Padre Eterno ha querido confiarte a su Hijo,
a su Único, su Todo, a la Luz de sus ojos;
ha querido que tú, pequeño artesano,
hagas las veces de Él,
y modeles con arte el barro que el Eterno tomó para Sí.

Tus ojos miran lejos, Varón del asombro.
Tu cabeza sobre el bastón parece buscar apoyo
a cuanto el hombre ha pensado desde siempre sobre Dios.
Mientras los hombres piensan cómo atrapar el Misterio,
tú piensas cómo preservarlo y custodiarlo.
Y el Dios escondido desde siglos se confía a que tú lo escondas
del indiscreto, del curioso y del mirón.
Y tú -experto en escondrijos- Lo escondes y te escondes con Él.

Levántate José y llévame contigo a Egipto o Nazaret,
inclúyeme en el encargo divino y cárgame con ellos.
También yo, aunque no bendito,
Fruto soy del vientre purísimo de tu Esposa, mi Madre.
Pequeño pastor del Oculto;
escóndeme en la hendidura de tus vínculos
y dame parte en el sueño que sueñas para los tuyos.

Orante absorto del Portal: ¿en qué traes tu oración?
¿Es agua serena, es fuego inquieto, es brisa suave o huracán?
Tu cargado silencio es escuela, es modelo, es refugio.
Tú miras, callas, crees, adoras, amas...
desde el umbral.

Cuando el Verbo se hizo Carne,
tu carne se hizo asombro.
Asombro que dilatara de tal modo tu ser,
que lo hizo capaz de portar y custodiar el Misterio.
Sin tocarla, ni pretender atraparla,
tú recoges y resguardas la Luz increada dada a luz en la carne.

Padre José: Dios te ha confiado su Tesoro más preciado,
y de tu fiat y amén vivimos los redimidos.
Tú le mostrarás al Arquitecto del cosmos cómo trabajar la madera;
a la Palabra eterna, le enseñarás hablar;
al Amigo del Hombre a forjar vínculos de amistad;
al Guardián de Israel a no temerle a la noche,
al que enseñó a caminar a Efraím, a dar primeros pasos,
al que juega desde siempre ante el Padre a decir: Shemmá...
al Bienamado del Padre, a refugiarse en tus besos.
Por eso Jesús no sólo te obedeció como padre y te llamó Abbá.
Copió tus gestos y expresiones
y trabó contigo un amor de amistad sin igual.

Amado Padre, callado Padre, Abbá José:
tu bastón me infunde confianza y seguridad.
Sé que eres experto en viajes nocturnos,
Y aunque nada entiendas,
lo emprendes todo, lo abarcas todo,
Sombra de la sombra del Altísimo;
condúceme en mi peregrinar a tientas y tropiezos.
Pues entre nostalgias, miedos e incertidumbres,
es bajo tus ramas frondosas que me refugio
y al amparo de tus alas que recobro confianza.
Inmenso José, padre José: tu cayado me calla y serena
y me conduce a los pastos
que en tus sueños vislumbraste. Amén.

12 de marzo de 2011

"Conviértanse a mí de todo corazón"


“La Eucaristía, celebrada y prolongada en la adoración humilde, es el sacramento de la muerte y resurrección del Señor, que asegura su eficacia y actualidad.” En cada Eucaristía celebrada con plena conciencia se actualiza este designio amoroso de Dios. El Padre nos regala a su Hijo, muerto y resucitado, para que por la fuerza del Espíritu Santo seamos todos sus hijos, más hermanos entre nosotros y miembros de su familia. Por ello al celebrar cada Eucaristía somos capacitados para corresponder al amor de Dios, en una creciente identificación con Cristo, obediente al Padre y servidor de los hermanos. Precisamente en esto consiste la conversión. Desde esta perspectiva de fe, nunca vivimos con tanta plenitud lo que nos propone la Cuaresma como cuando celebramos la Eucaristía. El camino de la conversión cuaresmal pasa necesariamente por la Eucaristía. Así vida cristiana, vida cuaresmal y vida eucarística son-de alguna manera- sinónimos.

Desgrabación de la homilía del Cardenal Jorge M. Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, al comenzar la Cuaresma 2011:
La práctica de la Cuaresma empieza con este rito de la imposición de la ceniza, recordándonos lo que fuimos: tierra… barro… Dios nos creó de ahí. Y lo que vamos a ser: ceniza. Pero sería muy triste considerar que eso es todo. Fuimos tierra tomada por manos amorosas y un Dios que nos sopló y nos dio vida; y al soplarnos puso su esperanza en nosotros porque Dios espera de nosotros. Y seremos ceniza pero ceniza que lleva huellas del amor que nosotros hayamos dado en la tierra. Entonces la Cuaresma, encuadrada con este principio, nos habla del amor con que fuimos creados y del amor que tenemos que llevarnos y dejar al final.

La penitencia más la oración, el ayuno. El despojo de manera de limosna que hagamos en la Cuaresma no es un masoquismo (“Señor, soy malo y me pellizco para ser mas bueno”) sino es desarrugarnos el corazón que el egoísmo nos va achicando, por eso todos los años la Iglesia nos dice: “Mirá mas allá, mirá al horizonte, Dios no te hizo para que tengas un corazón mas arrugado, Dios no te hizo para el egoísmo ni para vos sólo sino que te hizo para el amor”. Y por eso San Pablo empieza este sermón tan lindo, que es como el lema de la Cuaresma, diciendo: “Por eso les suplicamos en nombre de Cristo, déjense reconciliar con Dios”… es como el clamor cuaresmal… dejate reconciliar con Dios.

“Padre, pero yo no estoy peleado con Dios”… No, pero por ahí tenés el corazón arrugado porque al igual que los hipócritas a los que Jesús se refería en el Evangelio, quizá te estés mirando demasiado a vos mismo centrado en tus comodidades, en tus cosas y entonces Dios queda apartado… Dejate reconciliar con Dios! O el otro llamado tan lindo del profeta Joel que le dice a su pueblo: ”Dice el Señor, vuelvan a mí de todo corazón. Desgarren su corazón y no sus vestiduras. Vuelvan al Señor su Dios”. Es decir, éste es como el lema de la Cuaresma: Dejémonos reconciliar con Dios, es Jesús el que nos reconcilia ¡! Démosle lugar a Jesús para que nos reconcilie y volvamos al Señor con todo el corazón.

Esto por medio de una conducta un poco más acentuada que nos despegue del egoísmo, que nos desarruge el corazón, que nos abra el horizonte!. La Cuaresma no es para estar triste, con cara de lánguida (como dice Jesús en el Evangelio) sino es para mirar ese horizonte de amor y abrir nuestro corazón, dejar que surjan esas ansias de algo grande…

Hace un tiempo leí una parábola que escribió un monje y que me ilumina mucho sobre que es esto de arrugar el corazón y como a veces el mundo tiende a reprimirnos sobre nosotros mismos. La parábola dice así: Unos chicos subiendo una montaña encontraron un nido de águila con un huevo y lo bajaron. Después se preguntaron que hacer con el huevo y uno de los chicos propuso que lo llevaran a su casa ya que tenía una pava que estaba empollando. Y pusieron el huevo con los que la pava estaba empollando. Nacieron los pichones… todos iguales… fueron creciendo… pero el pichoncito de águila se comportaba distinto a los demás y cuando los pichones de la pava caminaban mirando el suelo, él miraba al cielo y sentía algo… y su vida que era para volar alto, como no tuvo quien le enseñara a volar, pasó en la pavada, entre los pavos…

Junto a este llamado de “Dejate reconciliar con Dios” y “Volvé a Dios con todo tu corazón” también podemos hacernos esta pregunta (que los porteños entendemos bien): Estoy en la pavada o tengo ansias de volar alto? Estoy atado a un rebaño que va ciego haciendo lo que todo el mundo hace, buscando solamente la propia satisfacción, concentrado en mí mismo o miro mas arriba para volar alto? Te aseguro que si en esta Cuaresma mirás más arriba, orando más, despojándote más de cosas que te entretienen mal, es decir ese ayuno de cosas que te permiten aprovechar ese tiempo para hacer una obra buena como visitar un enfermo, acompañar a los chicos, escuchar a tu papá o a tu abuelo que siempre repite lo mismo… Despojate del egoísmo y mirá a tu alrededor para ver de que te podés despojar para ayudar al que necesita la limosna. Si hacés esto en esta Cuaresma tu corazón va a mirar más arriba y te vas a encontrar con una gran sorpresa al final.

Que tu corazón arrugado, que ya prácticamente era una tumba, va a sentir como esa tumba fue testigo de alguien que resucitó para salvarte; te vas a encontrar con Jesús vivo. Así que iniciemos la Cuaresma con este sano optimismo, con esta gran esperanza: Dejate reconciliar con Dios, volvé al Señor con todo tu corazón, dejate desarrugar el corazón y mirá hacia arriba. El resto lo hace El. Tené confianza.