"He venido a prender fuego a la tierra, y como desearía que ya estuviera ardiendo" (Lc. 12, 49)
La Eucaristía es el fuego vivo. Nuestra vida de oración a la Eucaristía lleva a la intimidad profunda y personal con la Persona viva de Cristo:
Me consagro a Jesús, el Cristo vivo en la Eucaristía.
Me abandono completamente a la voluntad divina.
Ofrezco a Dios, mi Padre del Cielo, toda mi vida, tal como venga, con sus alegrías y sus sufrimientos, vengan estos de mi mismo, de los demás o de los acontecimientos.
Antes que contar con mis propios esfuerzos o con algún apoyo humano, quiero dejarme llevar en todo, dejándome amasar y modelar por las manos de la Divina Providencia, por la voluntad de nuestro Padre del Cielo, la cual pasa bastante a menudo por la voluntad de los demás.
Que el Señor Dios se incline con misericordia hacia esta oración de un corazón pobre.
Que tenga a bien colocar y establecer este corazón pobre en el camino de la humilde confianza, único camino del amor verdadero y sin fallos.
Amén.
1 comentario:
Ser de la Eucaristía!!! Que hermosa vocaciçon la del cristiano.
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