Monseñor Osoro celebra
dos años de adoración perpetua en la parroquia Beata Ana María Mogas
«Algunas tardes no se
cabe. Y los más comprometidos son los voluntarios de Cáritas»
Cuando la parroquia
Beata Ana María Mogas se embarcó en poner en marcha una capilla de adoración
perpetua, «teníamos mucho miedo sobre si podría salir adelante», confiesa el
padre Jorge González, su párroco. Este martes, monseñor Carlos Osoro celebrará
su segundo aniversario. «Lo más grande que tiene la parroquia es la capilla de
la adoración. Y digo más: creo que de las cosas más grandes que he promovido en
mi vida de sacerdote es esta capilla»
¿Cómo vive la parroquia
este segundo aniversario de la capilla?
Lo estamos viviendo con
una mezcla de mucho alegría e incredulidad. cuando empezamos, teníamos mucho
miedo sobre si podría salir adelante. El día que el cardenal Rouco vino a
inaugurarla, recuerdo que mi saludo fue: «Tengo mucho miedo. Tenemos la
impresión de que le hemos pedido mucho a Dios para la parroquia». Pero Él lo
quiso. Ha salido adelante con mucha oración, con mucho sacrificio de algunas
personas, con mucha dedicación… pero con más facilidad de lo que había
imaginado. Siendo sinceros, creía que iba a funcionar a base de que algunos nos
pegáramos palizas en la capilla. Al final, ha sido todo mucho más sencillo, y
con mucho fruto.
¿En qué se ha notado
ese fruto?
En primer lugar, ha
habido frutos personales. Yo y otros compañeros sacerdotes hemos escuchado
confesiones impactantes de personas que habían estado en la capilla. También la
parroquia es distinta: hay un ambiente distinto de fraternidad, mucha más
comunión y hondura… Se está transformando. Yo le noto otra fuerza, otra vida,
otra forma de hacer las cosas. Se nota en la caridad, en los catequistas.
Tenemos que comprender que una parroquia en la que hay 200 o 300 personas que
se pasan una hora a la semana delante del Señor, y gente que viene constantemente
a rezar ante el Santísimo, tiene que ser distinta.
¿Cómo van de adoradores
fijos?
Ha aumentado un poco el
número. Pero, además de los adoradores, lo grande de la capilla es el trasiego
constante de gente que viene a rezar, sobre todo a algunas horas. Hay tardes,
sobre todos los fines de semana, en las que no se cabe. Incluso en las horas
más raras, cuando estoy de guardia, es raro estar solo: va una familia, uno
pasa un rato… Hay cantidad de gente que la va descubriendo y no deja de venir.
Hay adoradores que al principio me preguntaban qué iban a hacer una hora
seguida ahí, y ahora vienen varios días. Han ido encontrando el gusto de estar
con el Señor.
También viene gente de
otras parroquias y otros municipios. Hay gente con hora fija que recorre 30 o
40 kilómetros. Muchos sacerdotes se acercan a rezar porque prefieren salir de
su parroquia para hacerlo más tranquilos y saben que aquí está abierto. La
capilla tiene un punto a favor fundamental: no tienes que pensar cuál es su
horario. Eso facilita mucho a la gente el acercarse a Dios y la oración.
En el reciente
Encuentro de Capillas que se celebró en El Escorial se subrayó la relación de
la adoración perpetua con la caridad y la evangelización. ¿Ustedes lo han
notado?
Para mucha gente puede
ser llamativo, pero para mí no: los voluntarios de Cáritas son posiblemente el
grupo más comprometido con la capilla. Y con anécdotas muy bonitas, como que
hay madrugadas en las que la adoración la están haciendo a medias los
voluntarios y los usuarios de Cáritas. Además, notas cómo la fuerza del
Santísimo a la gente le da ánimos para todo. También creo que ha aumentado el
ardor misionero. La gente está más ilusionada y motivada, colabora más. Muchos
catequistas son adoradores, otros adoradores han descubierto su vocación como
catequistas.
Y en cuanto a la
evangelización, parece difícil que gente alejada se acerque a la capilla de
adoración y luego terminen confesándose. ¿Cómo explica este itinerario?
No sé por qué es así,
pero mucha gente no comprometida con la Iglesia viene y se encuentra de repente
un lugar de paz y sosiego. Es gente que a lo mejor está muy harta de palabrería
y sermones, y necesitaba en su vida un encuentro con el Señor. El ambiente de
la capilla es muy bueno, y van entrando poco a poco en el misterio de Dios.
Monseñor Osoro conoce
bien la adoración perpetua, que impulsó en Oviedo y Valencia.
Sí he hablado en algún
momento con don Carlos, y le dije que tenía en la parroquia un tesoro grande,
que era la capilla de adoración perpetua. En cuanto le sugerimos a través del
vicario que celebrara personalmente el segundo aniversario, ni lo dudó. Cuando
le salude este martes, le voy a decir que lo más grande que tiene la parroquia
es la capilla de la adoración. Y digo más: creo que de las cosas más grandes
que he promovido en mi vida de sacerdote es esta capilla.
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