24 de febrero de 2015

Posiblemente lo más grande que he promovido como sacerdote sea la capilla de adoración perpetua


Monseñor Osoro celebra dos años de adoración perpetua en la parroquia Beata Ana María Mogas

«Algunas tardes no se cabe. Y los más comprometidos son los voluntarios de Cáritas»

Cuando la parroquia Beata Ana María Mogas se embarcó en poner en marcha una capilla de adoración perpetua, «teníamos mucho miedo sobre si podría salir adelante», confiesa el padre Jorge González, su párroco. Este martes, monseñor Carlos Osoro celebrará su segundo aniversario. «Lo más grande que tiene la parroquia es la capilla de la adoración. Y digo más: creo que de las cosas más grandes que he promovido en mi vida de sacerdote es esta capilla»

¿Cómo vive la parroquia este segundo aniversario de la capilla?

Lo estamos viviendo con una mezcla de mucho alegría e incredulidad. cuando empezamos, teníamos mucho miedo sobre si podría salir adelante. El día que el cardenal Rouco vino a inaugurarla, recuerdo que mi saludo fue: «Tengo mucho miedo. Tenemos la impresión de que le hemos pedido mucho a Dios para la parroquia». Pero Él lo quiso. Ha salido adelante con mucha oración, con mucho sacrificio de algunas personas, con mucha dedicación… pero con más facilidad de lo que había imaginado. Siendo sinceros, creía que iba a funcionar a base de que algunos nos pegáramos palizas en la capilla. Al final, ha sido todo mucho más sencillo, y con mucho fruto.

¿En qué se ha notado ese fruto?

En primer lugar, ha habido frutos personales. Yo y otros compañeros sacerdotes hemos escuchado confesiones impactantes de personas que habían estado en la capilla. También la parroquia es distinta: hay un ambiente distinto de fraternidad, mucha más comunión y hondura… Se está transformando. Yo le noto otra fuerza, otra vida, otra forma de hacer las cosas. Se nota en la caridad, en los catequistas. Tenemos que comprender que una parroquia en la que hay 200 o 300 personas que se pasan una hora a la semana delante del Señor, y gente que viene constantemente a rezar ante el Santísimo, tiene que ser distinta.



¿Cómo van de adoradores fijos?

Ha aumentado un poco el número. Pero, además de los adoradores, lo grande de la capilla es el trasiego constante de gente que viene a rezar, sobre todo a algunas horas. Hay tardes, sobre todos los fines de semana, en las que no se cabe. Incluso en las horas más raras, cuando estoy de guardia, es raro estar solo: va una familia, uno pasa un rato… Hay cantidad de gente que la va descubriendo y no deja de venir. Hay adoradores que al principio me preguntaban qué iban a hacer una hora seguida ahí, y ahora vienen varios días. Han ido encontrando el gusto de estar con el Señor.

También viene gente de otras parroquias y otros municipios. Hay gente con hora fija que recorre 30 o 40 kilómetros. Muchos sacerdotes se acercan a rezar porque prefieren salir de su parroquia para hacerlo más tranquilos y saben que aquí está abierto. La capilla tiene un punto a favor fundamental: no tienes que pensar cuál es su horario. Eso facilita mucho a la gente el acercarse a Dios y la oración.

En el reciente Encuentro de Capillas que se celebró en El Escorial se subrayó la relación de la adoración perpetua con la caridad y la evangelización. ¿Ustedes lo han notado?

Para mucha gente puede ser llamativo, pero para mí no: los voluntarios de Cáritas son posiblemente el grupo más comprometido con la capilla. Y con anécdotas muy bonitas, como que hay madrugadas en las que la adoración la están haciendo a medias los voluntarios y los usuarios de Cáritas. Además, notas cómo la fuerza del Santísimo a la gente le da ánimos para todo. También creo que ha aumentado el ardor misionero. La gente está más ilusionada y motivada, colabora más. Muchos catequistas son adoradores, otros adoradores han descubierto su vocación como catequistas.

Y en cuanto a la evangelización, parece difícil que gente alejada se acerque a la capilla de adoración y luego terminen confesándose. ¿Cómo explica este itinerario?

No sé por qué es así, pero mucha gente no comprometida con la Iglesia viene y se encuentra de repente un lugar de paz y sosiego. Es gente que a lo mejor está muy harta de palabrería y sermones, y necesitaba en su vida un encuentro con el Señor. El ambiente de la capilla es muy bueno, y van entrando poco a poco en el misterio de Dios.

Monseñor Osoro conoce bien la adoración perpetua, que impulsó en Oviedo y Valencia.

Sí he hablado en algún momento con don Carlos, y le dije que tenía en la parroquia un tesoro grande, que era la capilla de adoración perpetua. En cuanto le sugerimos a través del vicario que celebrara personalmente el segundo aniversario, ni lo dudó. Cuando le salude este martes, le voy a decir que lo más grande que tiene la parroquia es la capilla de la adoración. Y digo más: creo que de las cosas más grandes que he promovido en mi vida de sacerdote es esta capilla.



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