El poder de la Eucaristía para expulsar demonios lo presenta, claramente, toda la tradición de la Iglesia. Basta unos pensamientos de san Juan Crisóstomo para iluminar esta realidad:
"El cristiano que vuelve de la mesa eucarística se asemeja a un león, que presenta llamas de fuego por la boca; su vista es insoportable al demonio".
"Tenemos un excelente
cáliz que embriaga, un cáliz que embriaga y causa la castidad, no la
relajación. Y ¿cuál es éste? El cáliz espiritual, el cáliz incontaminado de la
Sangre el Señor. Este no causa embriaguez, no causa relajación; porque no
debilita las fuerzas, antes las despierta; no relaja los nervios, antes los
vigoriza; este cáliz causa la vigilancia del espíritu, este cáliz es adorable
para los ángeles, terrible para los demonios, precioso para los hombres, amable
para el Señor".
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