En su visita a Isabel propició un gran milagro... Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; ... y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor” (Lc 1, 36.39-41.45). María, se dirigió a casa de Isabel para ayudarla. La Virgen nazarena lleva consigo al Hijo de Dios en su vientre.
¡Qué humildad la del Verbo!, que quiso seguir todos los estadios de desarrollo de los hombres cuando tomó nuestra naturaleza. ¡Qué caridad la de María su madre!, que no se quedó ensimismada en su embarazo, sino que salió enseguida a ayudar a la que más lo necesitaba.
“Cuando, en la Visitación, lleva en su seno el Verbo hecho carne, se convierte de algún modo en « tabernáculo » –el primer « tabernáculo » de la historia– donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como « irradiando » su luz a través de los ojos y la voz de María” (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 55).
Durante aquellos nueve meses el Niño que llevaba en su seno fue para María refugio e impulso. Refugio para vencer la tentación de ceder ante las dificultades: ¿cómo explicaré al mundo lo que me ha sucedido?, ¿qué pensará José? Impulso para afrontar tareas de servicio material y espiritual a los demás, aunque fueran incómodas como el viaje a la casa de Isabel.
El Niño fue refugio e impulso porque María tuvo durante ese tiempo una unión muy particular con Jesús, la que tienen todas las madres con su hijo. Esa unión le dió una muy especial presencia del Verbo en su vida. Ojalá nosotros al igual que ella procuremos crear lazos espirituales que nos unan a los sagrarios, para tener también esa conciencia de la presencia de Cristo en los sagrarios.
Pensar en el sagrario más próximo y dirigirnos de vez en cuando a él con la mente; nos lleva espiritualmente al Cristo presente en la Eucaristía cuando nos encontramos inmersos en nuestros diarios trajines.
El sagrario será así para nosotros un embalse amplio que nos suministra generosamente agua para que beba nuestra alma. De esta manera, el sagrario será para nosotros refugio e impulso de nuestra vida. Refugio donde nos encontramos con Jesús, que nos empuja a llevarlo a todos los hombres y donde retornaremos a cobijarnos. Quien tiene su mente y su Corazón junto a Jesús en el sagrario no será dejado de su mano ante las tentaciones.
Impulso que nos empujará a no conformarnos con ser un cristiano tibio de mínimos. Impulso que nos lanzará a desarrollar un vibrante apostolado, para anunciar con gozo el mensaje de Jesús a los que nos rodean.
Durante aquellos nueve meses el Niño que llevaba en su seno fue para María refugio e impulso. Refugio para vencer la tentación de ceder ante las dificultades: ¿cómo explicaré al mundo lo que me ha sucedido?, ¿qué pensará José? Impulso para afrontar tareas de servicio material y espiritual a los demás, aunque fueran incómodas como el viaje a la casa de Isabel.
El Niño fue refugio e impulso porque María tuvo durante ese tiempo una unión muy particular con Jesús, la que tienen todas las madres con su hijo. Esa unión le dió una muy especial presencia del Verbo en su vida. Ojalá nosotros al igual que ella procuremos crear lazos espirituales que nos unan a los sagrarios, para tener también esa conciencia de la presencia de Cristo en los sagrarios.
Pensar en el sagrario más próximo y dirigirnos de vez en cuando a él con la mente; nos lleva espiritualmente al Cristo presente en la Eucaristía cuando nos encontramos inmersos en nuestros diarios trajines.
El sagrario será así para nosotros un embalse amplio que nos suministra generosamente agua para que beba nuestra alma. De esta manera, el sagrario será para nosotros refugio e impulso de nuestra vida. Refugio donde nos encontramos con Jesús, que nos empuja a llevarlo a todos los hombres y donde retornaremos a cobijarnos. Quien tiene su mente y su Corazón junto a Jesús en el sagrario no será dejado de su mano ante las tentaciones.
Impulso que nos empujará a no conformarnos con ser un cristiano tibio de mínimos. Impulso que nos lanzará a desarrollar un vibrante apostolado, para anunciar con gozo el mensaje de Jesús a los que nos rodean.
Impulso que nos llevará a no ser indiferentes a la suerte de nuestros semejantes, a ser motores de amor y vida, de gozo y paz en la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
Impulso que nos lanzará a dejarnos transformar por Jesús, para que nos haga Santos, amando profundamente a Su Madre, María modelo y primer Sagrario, y a Su Iglesia que nos llevará por el camino al Cielo.
La Eucaristía nos hará Santos, como Cristo es Santo. Como Él quiere que cada uno de nosotros sea Santo.
Impulso que nos lanzará a dejarnos transformar por Jesús, para que nos haga Santos, amando profundamente a Su Madre, María modelo y primer Sagrario, y a Su Iglesia que nos llevará por el camino al Cielo.
La Eucaristía nos hará Santos, como Cristo es Santo. Como Él quiere que cada uno de nosotros sea Santo.
3 comentarios:
María Inmaculada danos un corazón eucarístico como el tuyo
Me parece que es una breve información de catequesis y a la ves de reflexión, ciertamente es breve la información pero rica en contenido.
Muchas gracias, lo usaré como tema en un retiro de niños que están próximos hacer su primera Comunión.
Bien
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