Textos tomados del libro "Legado Espiritual", de Charles de Foucauld, editorial Bonum, 2005.
En la Santa Comunión, Dios nos habita físicamente. Como lo hicieron María, José, Magdalena, tocamos con nuestros labios el cuerpo de Nuestro Señor...
La Eucaristía no es solamente el "beso" de Jesús, la consumación de nuestro "matrimonio" con él. La Eucaristía nos hace sagrarios vivos, portadores de Dios. Jesús está en la mesa de nuestros altares "todos los días hasta la consumación de los siglos" como un "Dios con nosotros" que se ofrece en todo momento en todos los lugares de la Tierra. Él se hace pan eucarístico para nuestra mirada, nuestra adoración y nuestro amor. Su permanente presencia ilumina con dulzura la noche de nuestra vida...
Dios con nosotros. Dios en nosotros. Eso es la Eucaristía. Dios que se da en todo momento para que lo amemos, lo adoremos, lo abracemos y lo poseamos. ¡A Él sea la gloria, la alabanza y el honor por los siglos de los siglos!
Nos dice Jesús: "Hijo mío, permanece a los pies de la hostia, allí donde la encuentres. Donde está la santa hostia, allí está presente Dios vivo, tu Salvador. Igual que cuando vivía y hablaba en Galilea y en Judea. El mismo que ahora está en el cielo".
¡Amemos a Jesús, que derramó su sangre para salvar nuestras almas y obtener nuestro amor! Amemos a Jesús obedeciéndolo, imitándolo, contemplándolo... Fortalezcamos nuestro amor uniéndonos a él en la Santa Eucaristía con la mayor frecuencia posible. Abandonémonos a él como la esposa al esposo, hagamos por él los mayores sacrificios: todo lo que él nos presente, todo lo que nos permita.
Y puesto que está siempre con nosotros en la Santa Eucaristía, estemos siempre con ella, hagámosle compañía en el sagrario, no perdamos un solo minuto de los que pasamos junto a ella. Dios está ahí. ¿Qué vamos a buscar a otra parte? El Bienamado está ahí todo para nosotros. ¿Por qué no nos arrojamos a sus tiernos brazos en vez de pasar de largo?
La Santa Eucaristía es Jesús ¡todo Jesús! Lo demás es cosa muerta. ¡No permanezcamos más lejos de la presencia eucarística! ¡Aprovechemos ese instante en el que Jesús nos permite quedarnos con él!
"Busco hacer cada día la voluntad de Jesús y siento una gran paz interior... No te atormentes al verme solo, sin amigos, sin ayuda espiritual: no sufro en absoluto la soledad. Por el contrario, la encuentro muy dulce; tengo al Santo Sacramento, el mejor de los amigos, con quien hablar día y noche; soy feliz y no me falta nada".
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