2 de agosto de 2015

San Pedro Julián Eymard, ruega por nosotros


¡Cuánta intimidad con Cristo Eucaristía se descubre en su ascesis!    Basta el nombre de Pedro Julián Eymard para advertir el fulgor de los triunfos eucarísticos, a quien él dedicó, en medio de pruebas y dificultades de todo género, su propia vida, que se prolonga en la familia que él fundó.   



El niño de cinco años, que se encuentra sobre el altar, reclinando su cabeza en la puerta del sagrario, es el mismo que fundará con el tiempo la Sociedad de los Sacerdotes del Santísimo Sacramento y las Esclavas del Santísimo Sacramento, irradiando en innumerables escuadras de sacerdotes adoradores su amor y su cariño a Cristo, vivo en la Eucaristía.

Por eso ensalzamos la obra de este santo eucarístico con la siguiente dedicación:



Se cumplieron nuestros votos, Santo de la Eucaristía,
Se colmaron para siempre nuestras firmes esperanzas,
Al mirar en los altares tú figura dulce y recia
Que nos muestra tus amores en la Hostia sacrosanta.

Tú viniste al mundo en siglo de glaciales egoísmos
a incendiarlo con las teas de un Amor que no se apaga,
En la Hostia, Pan de vida, santo Amor de los amores,
Caridad inextinguible, viva y sempiterna llama.

Removiste en el rescoldo de los pechos ateridos
Las cenizas frías yertas y en los restos de sus brasas
Insuflaste nuevo aliento, diste pábulo a sus chispas
con tu vida, con tu ejemplo, con tu pluma y tu palabra.

Y subieron crepitantes hacia el Dios-Eucaristía
Lenguas vivas, fuego nuevo, las inquietas llamaradas
Y quemaste incienso en ellas, que en volutas majestuosas
Llego el cielo, cuyas iras se sintieron aplacadas.

Levantaste sobre el mundo con las manos temblorosas,
El espléndido ostensorio de la Hostia sacrosanta
Y llenaste de sus luces y llenaste de su fuego
Los recónditos repliegues de los pechos y las almas.

Le mostraste en el Ciborio los secretos de la dicha,
Y le abriste en el Sagrario del Amor nueva fontana,
Y le diste en Jesús-Hostia, Pan y Vino generoso,
Fe segura, amor eterno, e infalibles esperanzas.

Incendiario generoso de los pecho de los hombres,
Visionario bendecido de la gloria que no acaba,
Sacerdote obsesionado con la idea de la Hostia
Que soñaste Reina y Madre de la tierra descarriada;

Te empeñaste en erigirle solio excelso y soberano
Desde donde sus fulgores y su Amor desparramara
Y asociaste a los empeños una pléyade de santos,
Que al través de las edades tus empeños continuarán.

Y hoy miramos por el mundo, cual falange generosa,
Tus hermanos y tus hijos, que a la luz de tu mirada
Van llenando donde quiera, con tu nombre y tu recuerdo
De su hermano y de su padre los ideales y pujanzas

Jesús-Hostia es conocido, Jesús-Hostia es adorado
Y los pueblos a porfía tronos de oro le levantan
Entre el coro inacabable de celestes melodías
Y entre suaves sinfonías de sagradas alabanzas.

Santo de la Eucaristía hoy tu nombre entremezclamos
A las loas de los fieles, que a Jesús, fervientes cantan,
Al mirar en los altares tu figura recia y dulce
Que nos muestra entre sus manos a la Hostia sacrosanta.

Álzala, Santo bendito, alza la custodia de oro
Más arriba todavía, porque puedas admirarla
En los últimos confines, donde Cristo es ignorado
Donde aún no se le adora, donde aún no se le ama

Álzala sobre tus hijos, que la Hostia entre tus manos
Les parece más radiosa, más solemne, más sagrada
Y los llena de más bríos, los incendia en nuevo fuego
Para proclamar su gloria y buscarle nuevas almas.

Se el sendero que nos guie por la senda más derecha
Para ir de Jesucristo a la herida venerada
Donde hallemos, cual tu hallaste, dulce asilo, fiel refugio
Do fijemos por los siglos de los siglos la morada.


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