20 de agosto de 2015

EL AVEMARÍA EUCARÍSTICO (Primera Parte)



DIOS TE SALVE, MARÍA

Te saludo, oh amada Madre mía María, y te traigo la noticia de que en breve comulgaré… Iré a Jesús… Él descenderá a mi corazón… ¿Estás contenta tú, oh María, de que Jesús descienda a mi corazón por un instante? No temas, oh María, no temas; la Confesión ha purificado mi alma y la Gracia ha preparado un nuevo pesebre para tu Hijo en mi corazón, adonde Él vendrá a descansar y tú lo verás contento.
¡Dios te salve, María! ¿Te acuerdas, oh María, de aquel tiempo en que Gabriel te saludó con esas palabras? ¿Recuerdas cuánta fue la felicidad de tu corazón cuando comenzó a vivir en ti Jesús? Aquella felicidad está a punto de ser mía; aquel Cuerpo que le diste, Él va a dármelo ya. Y por ello te saludo con toda dulzura y ternura filial, y con este saludo preparo mi corazón a recibir de ti a Jesús; condúceme tú hasta Él, prepara tú mi corazón para darle una acogida aceptable, habla tú por mí y dile lo que sepas que más le place.



LLENA ERES DE GRACIA

Mira, oh María, a este tu hijo. ¡Qué diferencia hay entre mi alma y la tuya! Tú siempre has estado llena de Gracia y yo tantas veces estoy repleto de pecados; tú eres hermosa como la luna, elegida como el sol, y yo… de tan vil, quedo hecho mi propia vergüenza. ¡Ojalá, como tú, tuviera yo a Jesús en todos mis pensamientos y afectos! ¡Ojalá pudiera transformarme en Él! ¡Pero qué lejos estoy! Oh María, ten piedad de mí. Ayúdame a ser todo de Jesús; tú eres la Madre de la Gracia; dame algo de Gracia a mí también. Pero algo no basta, ¡quiero toda la Gracia de Jesús!
Te toca a ti, Madre mía, rogarle por mí, mover su corazón, urgirlo por venir a mí y llenarme todo de su amor. Tú sabes que si te amo como Madre mía y te ruego y te rindo culto, es para llegar a Jesús con máxima facilidad; y si amo y ruego a Jesús, también es para que tú me ames. Entonces, oh María, obtenme la gracia más  grande que deseo: ser uno con Jesús.

EL SEÑOR ES CONTIGO

Yo deseo, busco y quiero a Jesús, ¿pero dónde lo hallaré si no lo busco en ti? Jesús es contigo, siempre contigo… Contigo en el Cielo, contigo en el Sagrario…
Conque tú puedes darme a Jesús: dámelo, pues… ¿No es verdad, oh María, que en pocos momentos me darás a Jesús?
Yo soy una criatura pobre y miserable, y por eso mismo estoy buscando a Jesús, que está contigo. Con los pastores voy a tu encuentro en la gruta de Belén y te pido que me des a Jesús… ¡Ah, dámelo por un instante, déjame estrecharlo contra mi corazón, besarlo y esconderlo en mi vivo adentro!
Voy a tu encuentro, oh María, en Caná de Galilea, donde por tu oración Jesús mudó el agua en vino… Dile también una palabra por mí para que me mude mi helado corazón en uno de amor encendido… ¡A ti no sabe decirte «no», porque tú eres la dueña de su corazón! María, habla, manda a Jesús, y santa comunión será la mía.
Voy a tu encuentro en el Cenáculo, implorándote, ¡oh María! que me dejes acercarme a Jesús, que le digas una palabra por mí, que le pidas que me dé su Cuerpo y su Sangre y le ofrezcas la acogida que le hacías tú en tus comuniones.
Voy a tu encuentro, oh María, en el Calvario, donde más vivamente puedo sentir el hambre y la sed de Jesús… Madre mía dolorida, torna tu mirada de Jesús a mí; dámelo, déjame abrazarlo, sea mi corazón su sepulcro, que le he preparado de bálsamo y perfume la contrición y el amor. Oh María, dile que lo estoy esperando aquí, que procure venir a mi corazón y quedarse conmigo siempre, como siempre ha estado contigo.

BENDITA TÚ ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES

Bendita tú eres, oh María, bienaventurada eres tú, pues en ti misma preparaste a Jesús un Sagrario de inocencia y santidad. Tú eres bendita, porque diste al mundo el Pan celestial, el Pan de la Vida. Bendita tú eres y mil veces lo eres si este Pan me lo das también a mí. ¡Bendita y bienaventurada eres tú! Bendita tú eres, porque espero que, cuando Jesús esté en mí, tú me acompañes y le hables en mi lugar; bendita tú eres, porque con tu ayuda sé conversar con Jesús; bendita tú eres, porque tu amor y adoración hacen placentera a Jesús su venida a mi alma.
Oh María, amada Madre mía, yo estoy deseoso de recibir a Jesús, porque por medio de Él espero poder conocer mejor tu amor a Él y a mí, poder hacerme más bueno, humilde y puro; podré imitar más tus virtudes y hacerme digno de llamarte Madre mía, como con mis palabras, así también con mi conducta.

BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESÚS

Dentro de poco se abrirá el copón, el sacerdote descenderá hasta mí, primero alzará la Hostia en sus manos, luego me hará con ella la señal de la Cruz, y después… ¡oh María, tu Jesús será todo mío! Ya no te será preciso, oh María, buscarlo en el pesebre, en el templo, o en la Cruz… Lo encontrarás en mi corazón… Y también yo me llamaré bienaventurado.
¡Oh! Bendito es el dulcísimo Jesús, bendito es Él. ¡Cómo anhelo concentrar todo mi amor en esta palabra «bendito» y enviársela para que la acoja y Él venga a mí! Bendito es Jesús, que pensó en mí desde la eternidad y con eterno amor me amó y proveyó los medios para unirse con mi alma. Bendito es el que tomó cuerpo y alma humana que le permitieran padecer por mí y esconderse como Dios y como hombre en la Hostia en busca de su unión conmigo.
Bendito es Jesús, que no se cansa jamás de perdonarme mis pecados, y siempre me acoge en sus brazos y con la Comunión confirma la paz entre nosotros que me había dado con el perdón.
Bendito es Jesús, que ahora está en la Hostia ofreciendo su visita a mi corazón y prometiéndome tesoros de gracias mayores de lo que yo pueda desear y pedir.
Bendito es Jesús, que está por darme en la Comunión su Cuerpo que murió por mí, su Sangre derramada por mi redención, su Alma que tanto padeció por mi bien, su Divinidad que me llena de gracias, me enriquece y me da derecho a la gloria celestial.
¡Bendito es Jesús! ¡Y cuán contento está mi corazón, oh María, de que este Jesús sea el fruto de tus purísimas entrañas! Jesús… Pero su Cuerpo es del tuyo… De tu sangre, la suya… Su Alma fue creada en tu purísimo seno… ¡Su Divinidad habitó en ti como en el templo más santo después de los brazos de su Padre!… Oh gran Dios… Oh Virgen Santa… Tú me das a Jesús de tu propia substancia… ¡Oh, dame también tu corazón para amarlo!… Dame tu lengua para bendecirlo y alabarlo…

Oh Jesús, Dios mío, bendito eres. ¡Bendita eres, oh María! Oh Jesús, oh Hijo del Eterno Padre, oh Jesús, fruto del límpido seno de María, ven… Ven, que te espero… Por ti suspiro… Ven, pues te amo.

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