11 de mayo de 2015

Carlo Acutis: un ejemplo de amor a la Eucaristía


Amaba inmensamente la Eucaristía recibiéndola diariamente, y en la adoración al Santísimo Sacramento, también rezaba el Santo Rosario confiando su vida a la Virgen María, era un gran amigo y tenía un corazón muy generoso; pero dejó este mundo muy rápido, ya que falleció cuando contaba con sólo 15 años por causa de una Leucemia fulminante.
      
  Él era Carlo Acutis; un adolescente, como otros de nuestro tiempo, que dejó huella y un inmenso olor de santidad, su nombre podría estar inscrito muy pronto en el libro de los santos con el impulso que quieren dar en Italia a su proceso de beatificación.
      
  Antonia Acutis, madre de Carlo, dice sobre él: “Mi hijo, desde muy pequeño, y sobre todo después de su Primera Comunión, nunca faltó a la cita diaria con la Santa Misa y el Rosario, seguidos de un momento de Adoración Eucarística”.
      
  Cuenta su madre: “La figura de Carlo es posible resumirla en esta frase que él decía: La Eucaristía es mi camino para el Cielo.
        


Una de sus más grandes pasiones era la tecnología, y Carlo no dudó en crear una página web para difundir la devoción de Jesús Sacramentado dando a conocer los milagros Eucarísticos que han tenido lugar en el mundo a lo largo de los siglos. “Era un joven experto con la computadora, y conocía muy bien la ingeniería informática dejando a todos estupefactos, pero este don lo ponía al servicio del voluntariado y la utilizaba también para ayudar a sus amigos”, agrega la madre.
       
 Pero uno de sus rasgos más característicos, pese a su corta edad, era su generosidad, como lo cuenta su mamá: “Su generosidad lo llevó a interesarse por todos, desde los inmigrantes a los discapacitados, los niños, los mendigos. Estar cerca de Carlo era como estar cerca de una fuente de agua fresca. Poco antes de morir, él ofreció sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia”.
      
  Carlo era británico de nacimiento -nació en Londres el 3 de mayo de 1991- e italiano de corazón. Su infancia la trascurrió en Milán, donde realizó sus estudios, pero Asís era su segundo hogar, ya que solía pasar allí cada verano impulsado por seguir las huellas de uno de sus santos favoritos: San Francisco de Asís. Allí el joven era verdaderamente feliz y allí quiso permanecer.
      
  Muere el 12 de octubre de 2006 asumiendo la cruz del sufrimiento de manera heroica, como lo dice su propia madre: “El heroísmo con el que afrontó su enfermedad y su muerte ha convencido a muchos que en él había verdaderamente algo especial. Cuando el doctor que lo seguía le pregunto si sufría mucho, Carlo le respondió: ‘¡Hay personas que sufren más que yo!'”.
       
 En el año 2011 la Arquidiócesis de Milán introduce su proceso camino en honor a los altares, y en febrero de 2013 la Conferencia Episcopal Lombarda aprueba su causa de beatificación. Su cuerpo permanece en Asís, muy cerca al lugar donde se hallan los restos mortales de su santo franciscano.
Para la postuladora de la causa de beatificación, Francesca Consolini, de dicha arquidiócesis, Carlo Acutis “había entendido el verdadero valor de la vida como don de Dios, como esfuerzo, como respuesta a dar al Señor Jesús su compromiso del día a día en simplicidad. Quisiera subrayar que era un muchacho normal, alegre, sereno, sincero, voluntarioso, que amaba la compañía, que gustaba de la amistad”.

Carlo “había comprendido el valor del encuentro cotidiano con Jesús en la Eucaristía, y era muy amado y buscado por sus compañeros y amigos por su simpatía y vivacidad”, indicó.

“Después de su muerte muchos han sentido la necesidad de escribir un propio recuerdo de él y otros han comentado que van a pedir su intercesión en sus oraciones: esto ha hecho que su figura sea vista con particular interés” y en torno a su recuerdo se está desarrollando lo que se llama “fama de santidad”, explicó.

       
 Una vez que conocemos a Carlo y su asombrosa vida, debemos preguntarnos: ¿qué es lo que hace que Carlo sea el muchacho alegre, generoso, desinteresado, sacrificado, atento y amable con todos? Y la respuesta es: la Eucaristía: tal como lo testimonia su madre, Carlo asiste a Misa todos los días, por eso es la Eucaristía el centro de su vida y el motor de su movimiento. La Eucaristía es aquello por lo cual todo adquiere, en la vida de Carlo, un significado nuevo. La Eucaristía es para Carlo el manantial de vida eterna, de alegría, de paz, de serenidad, de fortaleza. Nadie recuerda a Carlo por sus quejas ante la leucemia, porque no solo no se quejaba, sino que ofrecía sus sufrimientos, con alegría y serenidad, por la Iglesia y el Papa, y esa alegría y esa serenidad, y esa fuerza, le venían de la Eucaristía. Todos recuerdan a Carlo por su compañerismo, por su don de gentes, por su afabilidad, por su servicio desinteresado al más necesitado, por su atención hacia los pobres, y todo eso, todo, le venía por la Eucaristía. Era la Eucaristía diaria la que le concedía a su corazón noble una nobleza todavía mayor.
        
¿Por qué decimos que es la Eucaristía la que obró esa transformación en Carlo? ¿Qué tiene la Eucaristía, que obra ese poder en las almas buenas? Es decir, si decimos que es la Eucaristía, esto nos obliga a preguntarnos qué es la Eucaristía, para no dejar pasar por alto el valor transformador dela Eucaristía en la vida de un joven.

¿Qué es entonces la Eucaristía? Antes de decir qué es la Eucaristía, tenemos que tener en cuenta que la Eucaristía tiene una particularidad: es lo que no parece, y no parece lo que es.

La Eucaristía es el centro del universo visible e invisible, es el Sol alrededor del cual giran los planetas del universo espiritual, que son las almas y los ángeles; todo el universo visible y todo el universo invisible se sostienen por ese frágil pan que es la Eucaristía, frágil en apariencia, porque de Ella surge la energía divina que sostiene no solo las montañas y los cielos, sino al universo entero, a los ángeles y a los santos, porque la Eucaristía es Cristo Dios, y sin Dios, nada de lo que existe existiría.

La Eucaristía es el Sol del mundo de los espíritus, porque así como la tierra no puede vivir sin el sol, porque sus habitantes morirían de hambre y de frío, así las almas no pueden vivir sin la gracia de Cristo Eucaristía, que es su propia vida, su luz, su calor y su amor

Muchos no ven el sentido de la Eucaristía y de la Misa, y por eso hay tantos que faltan a la misa del Domingo, y sin embargo, la Eucaristía y la Misa son las que dan el sentido de la vida y de toda vida.

La Eucaristía le da un sentido nuevo a mi vida, porque la Eucaristía es Cristo Dios en Persona, y como mi Dios, es mi Creador, y es también mi Padre, porque me adoptó como hijo suyo en el bautismo, y porque me espera con los brazos abiertos al final de mis días, cuando atraviese el umbral de mi muerte, y para llegar a los brazos del Padre, en el Espíritu, tengo que ser llevado por los brazos abiertos de Cristo en la cruz y en la Eucaristía.

Es la Misa lo que da sentido a mi vida, porque la misa es el mismo sacrificio de la cruz, sacrificio con el cual fui rescatado de las garras del demonio y del infierno, fui lavado en la Sangre del Cordero, y fui comprado para Dios con la Sangre del Hombre-Dios, y es por eso que, al asistir a misa, no soy yo quien le hago un favor a Dios, sino que es Dios quien con su sacrificio en el altar compra mi alma y me conduce a sus mansiones eternas. La Eucaristía y la Misa dan un sentido nuevo y una nueva dirección al alma del joven, y a toda alma, porque la introduce en la eternidad y en el camino de la cruz de Cristo.

¿Cuántos jóvenes, cuántos niños, cuántos ancianos, cuántos hombres y mujeres, encontrarían el sentido de sus vidas, y con el sentido, la paz, la alegría, la felicidad de Dios, si tan sólo se decidieran a darle a Dios un poco de sus tiempos y de sus vidas, asistiendo a misa los domingos, y esperando con ansias el momento del encuentro con Cristo resucitado en la Eucaristía?

¿Cuántos, que se sienten sin fuerzas, no serían invencibles en las pruebas y en las tribulaciones, si acudieran a la Eucaristía, en donde el Dios Fuerte les daría de su propia fortaleza? Dice Jesús a Sor Faustina: “…has de saber que la fuerza que tienes dentro de ti para soportar los sufrimientos la debes a la frecuente Santa Comunión; ven a menudo a esta fuente de la misericordia y con el recipiente de la confianza recoge cualquier cosa que necesites”. De aquí, de la Eucaristía, le venía entonces la fuerza a Carlo, para soportar con valentía y con alegría su enfermedad.

Si la Eucaristía es tan valiosa, ¿qué hacer para aprovechar la Eucaristía? Tener presente, muy presente, que comulgar no es levantarse del banco cuando se distribuye la comunión, acercarse al sacerdote, recibir la comunión en la boca, y volver al banco esperando que continúe la misa: comulgar es recibir a Cristo Dios en Persona, que viene a nuestra alma, así como un amigo viene a nuestra casa; comulgar es recibir a Cristo Dios que golpea a las puertas de nuestra alma, para entrar en nosotros y para cenar con nosotros, tal como lo dice en el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (3, 20); comulgar es abrir las puertas del corazón a Cristo Dios que viene en la Eucaristía a darnos sus gracias y sus dones, tal como Él mismo lo dice a Sor Faustina: “Deseo unirme a las almas humanas. Mi gran deleite es unirme con las almas. Has de saber, hija Mía, que cuando llego a un corazón humano en la Santa Comunión, tengo las manos llenas de toda clase de gracias y deseo dárselas al alma, pero las almas ni siquiera me prestan atención, Me dejan solo y se ocupan de otras cosas. Oh, qué triste es para Mí que las almas no reconozcan al Amor. Me tratan como a una cosa muerta”

Prestemos atención a las palabras de Jesús, que se refiere al momento de la Comunión: “…las almas… Me dejan solo y se ocupan de otras cosas (…) Me tratan como a una cosa muerta”.

Al comulgar, entonces, no pensemos que la Eucaristía es un pan bendecido; es Cristo Dios verdadero, en Persona, que viene a mi alma, y dispongámonos a escucharlo en el silencio del alma.
      
 Éste es el mensaje que nos transmite, desde más allá de las estrellas, Carlo Acutis, el joven de quince años que murió de leucemia en el año 2006: la vida tiene sentido en Cristo Eucaristía, porque en Cristo Eucaristía encuentra el joven y todo ser humano el origen, el sentido, y el fin de la vida, una vida destinada a ser vivida en plenitud aquí, en la tierra, pero sobre todo, más allá de las estrellas, junto a Cristo.

      
 El mensaje de Carlo Acutis es: “Joven, vive una vida plena aquí en la tierra, unido a Jesucristo, que se dona para ti en la Hostia consagrada. Únete a Él, ábrele tu corazón, recíbelo en ese templo sagrado que es tu alma, y Él te colmará de dicha, de felicidad, de paz, en esta vida, y en la otra para siempre”

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