26 de noviembre de 2011

Comentario a la liturgia de la Palabra: Primer domingo de adviento

Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico. Y lo hacemos con el tiempo de Adviento, que es el tiempo de preparación para la Navidad, es este mes que dedicamos para que la navidad no se nos vaya de las manos.
Adviento significa venida. Y comúnmente solemos hablar de tres venidas de Jesús, de tres advientos. La primer venida de Jesús es la histórica que ocurrió hace dos mil años en Belén. Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, habitó entre nosotros y resucitó para nosotros. Hoy lo recordamos, y en este tiempo de preparación para la navidad queremos imitar la esperanza y el hambre de Dios de los pueblos que suspiraron por el salvador.
El segundo adviento, o la segunda venida de Jesús será al final de los tiempos. Jesús vendrá a cerrar la historia. Será el triunfo definitivo del amor, del bien, de la verdad.
Pero hay un tercer tipo de adviento, que es la venida permanente de Jesús a mi corazón, a lo más íntimo de mi persona. Viene de mil modos. Hoy vivimos constantemente este adviento, y sobretodo para eso están estas semanas previas a la navidad, para intensificar nuestra apertura a ese Jesús presente entre nosotros, para intensificar nuestra apertura a ese Jesús que viene de nuevo a mi vida en esta navidad.

Porque puede sucedernos, y de hecho muchas veces nos sucede, que la Navidad pase de largo. Por eso, nos hace bien que, de entrada el evangelio de hoy nos diga ESTEN ATENTOS porque cuando menos se den cuenta se nos viene encima navidad y otra vez a pedir perdón por haber dejado pasar un tiempo de gracia. Y Adviento es tiempo de preparar el corazón en serio para la navidad.
Adviento es este mes para hacerle lugar a Dios que quiere hacerse carne en mi vida, es este mes de hacerle sitio al Niño Dios que quiere volver a nacer en mi corazón, adviento es este tiempo para preparar un lugar en nuestro corazón al Niño Dios que viene a nuestro encuentro.
Quizas una de las escenas más fuertes que tiene el evangelio, es aquella de María y José que van golpeando las puertas del pueblito de Belén y no hay sitio alguno para ellos y para el niño que está por nacer, no hay lugar para María que está por dar a luz a Jesús. Dios se hace carne buscando sitio entre los hombres y no hay lugar. Jesús, el hijo de Dios, el creador del mundo, busca un lugar entre sus creaturas y no lo encuentra.
Esta es una imagen que nos interpela fuertemente. Una vez con un grupo de jóvenes de una parroquia que vamos a misionar todos los sábados a una capillita en San Miguel, nos pasaba justamente en una casa que golpeábamos la puerta para dejarles una oración navideña, que la señora nos atendía desde adentro y antes que le dijéramos algo, nos decía que no tenía tiempo para nosotros, que ahora estaba ocupada... Quizas era cierto, además debía estar cansada que le golpearan la puerta para pedirle cosas.
Pero me hizo pensar en esta imagen de María y José tocando las puertas del pueblito y lo que habrán sentido. Nos vendría bien que al menos por un instante pensemos que nosotros podríamos ubicarnos entre los que sienten el golpe de Jose en la puerta. Es como si en esta navidad sucediera esto mismo. Imaginemonos en aquel momento..., imaginar que nos golpean nuestra puerta, imaginar que nosotros somos aquellos que ni siquiera les abren, imaginémonos entre los que después quizas de pispear por la ventana prefirieron dejarlo pasar para no meterse en problemas, imaginémonos quizas entre aquellos que salimos a darle una explicación muy educada, muy sensata de que en definitiva lo mejor es no quedarse en esta casa, pero que no lo entiendan mal, que no es por mala voluntad, que esta vez no va a poder ser pero que cuando quieran por supuesto, el año que viene sepan que acá está su casa, pero bueno de todos modos si pueden avisar antes mejor.
Esta posibilidad de abrir la puerta para explicarle que sería mejor que no se queden también puede darse en nosotros. Esto que sucedió históricamente, también hoy se repite espiritualmente en esta navidad y no se repite en un lugar geográfico, sino que se repite en mi propio corazón. Esta posibilidad de las puertas cerradas a Dios también se repite en nosotros.
El desafío en este mes de adviento es ese. Yo tengo que hacerle sitio al Señor en este tiempo, ya no en la posada, ya no en una casa física, sino ahora es hacerle sitio en mi vida, hacerle sitio en este momento de mi historia.
El desafío es ver como podemos ir preparando el corazón para esta navidad. Porque en general Navidad nos agarra con calor; nos agarra medio hartos de estudiar; nos agarra al final de un año muy cansador.
Y puede pasarnos que no le hagamos lugar a Jesús en esta navidad. Puede pasarnos que pasemos todo este mes sin escuchar como Dios nos está golpeando las puertas y nosotros le decimos que ahora no podemos, que estamos ocupados, que mejor empezamos el año que viene. Y entonces así nos pasemos este tiempo aceleradísmos en tantas cosas sin darnos cuenta que se nos escapa lo más importante.
Quizas cada uno podría preguntarse cuál va a ser el modo para prepararse de la mejor manera.
Por ejemplo alguno podrá asumir el compromiso de tener DIEZ MINUTOS DIARIOS DE ADORACIÓN AL SANTÍSIMO, de silencio. Y preguntarse dónde van a estar esos diez minutos. Van a estar al levantarse, al mediodía; a la noche, si es que a la noche se puede. Porque en general los últimos diez minutos del día no son los mejores. Que no vayamos a hablar con Dios cuando ya no podemos más. Primero, porque así nadie escucha; y segundo, porque es muy triste que justamente a quien más amamos, le estemos dedicando diariamente los restos de minutitos que nos quedan, para hablar con Aquel que nos creó, que nos salvó, que nos sostiene, de quien dependemos.
Otro podrá preparar el corazón para navidad asumiendo el compromiso de estar con un poquito de mejor humor en casa. Porque en general nos pasa, que: o porque estamos a mil estudiando, o porque tenemos muchísimos problemas en el trabajo, o por lo que sea..., pero lo cierto es que a veces estamos de tan pésimo humor que nadie nos puede pedir nada, que nadie se nos puede ni acercar porque ya es motivo de pelea. Entonces es un buen propósito el tratar mejor a quienes nos rodean; ya que justamente navidad es el nacimiento del Rey de la Paz, que muchas veces encuentra en nosotros tanta guerra, que no se siente en su sitio, no encuentra el pesebre que él necesita en nuestro propio corazón para nacer. Él, que viene a traer la paz… encuentra guerra, viene a traer la luz… nos encuentra llenos de tinieblas, viene a traer la ternura… nos encuentra agrediendo a todo el que se nos cruza,… y entonces, no encuentra el sitio.
Que la Virgen nos conceda la gracia de hacerle sitio a Dios en nuestro corazón para que pueda nacer. Cada uno verá como. Pero que ella no permita que dejemos pasar de nuevo al Señor, que ya empecemos a decirle a Jesús, hoy mismo, no esperemos hasta el 24 de diciembre, hoy mismo empecemos a decirle: Ven Señor Jesús, quedate con nosotros porque te necesitamos, quizas hoy más que nunca. Nuestro corazón quiere ser este año ese pesebre sencillo donde vos puedas nacer y llenarme el corazón de vida como siempre lo haces cuando te abrimos las puertas.
Que así sea.


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