14 de octubre de 2009

Carta de un sacerdote escrita a otro sacerdote, para meditar en la Solemnidad de Cristo Rey.

Querido padre Tomás:

En el avión en que viajaba pasaron una película que me hizo acordar de la solemnidad que celebramos hoy. ¿Has visto "Un príncipe en Nueva York"?

Eddie Murphy hace el papel de un príncipe de África a punto de con­vertirse en rey. Todas las mujeres se quieren casar con él por su riqueza. Pero, él desea encontrar a alguien que lo quiera por sí mismo.

Entonces viene a América donde la gente no sabe que él es un príncipe. Se viste sencillamente, sin la majestuosa vestimenta de un príncipe de manera que nadie sabe lo rico que es. Consigue trabajo en McDon­alds y vive en el lugar más pobre de Harlem en Nueva York.

Con el fin de encontrar el amor verdadero se convierte en lo que se llama "un pobre sucio". Aún cuando su apariencia es pobre y humilde, él llega a conocer en una iglesia a una joven muy atractiva. Se atraen mutuamente, salen y se enamoran.

Ella acepta su propuesta matrimonial y al descubrir que él es un príncipe disfrazado queda asombrada. El casamiento la convierte en una princesa y en la mujer más rica del mundo.

¡Qué historia estupenda! Pero, ¿sabes una cosa, Tomás? Esto no es fantasía sino realidad porque es la historia de amor de Jesús en el San­tísimo Sacramento. Él es el Rey buscando a alguien que lo quiera por Sí mismo.

En el Santísimo Sacramento Él se viste sencillamente, sin Su vestimenta de gloria. Él viene humildemente hacia nosotros como "el Pan Vivo bajado del cielo". Tan profundo es Su anhelo de ser amado por sí mismo que se muestra como el más pobre que cualquier ser humano de la tierra.

Él es el Rey con un corazón romántico merecedor de nuestro amor por todo lo que ha hecho por nuestra salvación. Esto es la adoración perpetua: proclamar a Jesús Rey dándole el honor y la gloria que Él desea.

Mediante la adoración perpetua, una parroquia da al Rey todo el amor que Él verdaderamente se merece. Es por esta razón que la liturgia de Cristo Rey empieza con esta oración: "Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor" (Ap 5,12).

La adoración perpetua es el romance divino entre Jesús y Su pueblo. Es decirle "sí" a Su propuesta matrimonial. Todo lo que Él quiere es nuestro amor. "Porque yo quiero amor, no sacrificios" (Os 6,6). Entonces, ¡Él nos sorprenderá con la herencia de su Reino!

Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico,

Mons. Pepe

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojala crezca la adoración perpetua en todas las iglesias. Muchas gracias

Anónimo dijo...

El que se habitúa a estar con Jesús comienza a parecerse a Él. Eso me regala Jesús cada vez que lo visito en el sagrario.