9 de abril de 2015

¿Puedo pedir lo que necesito frente a la Eucaristía?



En el Evangelio vemos muchas veces que quienes se acercan a Cristo, reconociendo en él al Salvador de los hombres, se postran primero en adoración, y con la más humilde actitud, piden gracias para sí mismos o para otros. La mujer cananea, por ejemplo, «acercándose [a Jesús], se postró ante él, diciendo: ¡Señor, ayúdame!» (Mt 15,25). Y obtuvo la gracia pedida.



Los adoradores cristianos, con absoluta fe y confianza, piden al Salvador, presente en la Eucaristía, por sí mismos, por el mundo, por la Iglesia. En la presencia real del Señor de la gloria, le confían sus peticiones, sabiendo con certeza que  «tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo, el Justo. Él es la víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero» (1Jn 2,1-2). Su Sacerdocio es eterno, y por eso «es perfecto su poder de salvar a los que por Él se acercan a Dios, y vive siempre para interceder por ellos» (Heb 7,24-25).




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