7 de abril de 2015

La Iglesia vive de la Eucaristía


El desarrollo de la piedad eucarística ha producido en la Iglesia inmensos frutos espirituales. Los ha producido en la vida interior y mística de todos los santos; por citar algunos: Juan de Ávila, Teresa, Ignacio, Pascual Bailón, María de la Encarnación, Margarita María, Pablo de la Cruz, Eymard, Micaela, Antonio María Claret, Foucauld, Teresa de Calcuta, etc. Ellos, con todo el pueblo cristiano, contemplando a Jesús en la Eucaristía, han sabido por experiencia qué verdad es aquello de la Escritura: «contemplad al Señor y quedaréis radiantes» (Sal 33,6).



Pero la devoción eucarística ha producido también otros maravillosos frutos, que se dan en la suscitación de vocaciones sacerdotales y religiosas, en la educación cristiana de los niños, en la piedad de los laicos y de las familias, en la promoción de obras apostólicas o asistenciales, y en todos los otros campos de la vida cristiana. Es, pues, una espiritualidad de inmensa fecundidad. «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,20).


Hoy, concretamente, en tantas Iglesias locales, a veces muy decaídas en el amor a Cristo en la Eucaristía, los movimientos laicales con más vitalidad, y aquellos que más vocaciones sacerdotales y religiosas suscitan, se caracterizan siempre por su profunda piedad eucarística.

En verdad, la Iglesia vive de la Eucaristía.

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