18 de diciembre de 2014

La adoración: un camino de oración para el encuentro con el Señor




Realmente nuestra oración puede llegar a ser atea, es decir, sin Dios. Eso sucede cuando pedimos de Dios aquello que necesitamos y no lo buscamos a Dios como tal.
 

 
Jesús nos enseña que el Padre todo lo sabe, que nos ama y está dispuesto a darnos todo, y por eso, lo más importante, es buscar su justicia y su reino y todo lo demás se nos dará por añadidura. Esto no significa que a Jesús no le podamos decir nuestras necesidades, derramar frente a El nuestros sufrimientos, buscar ayuda en nuestras dificultades. Al contrario, El solamente nos encamina a eso. «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” San Mateo 7,7-8

Pero si nuestra oración sólo consistiera en eso, entonces sería atea, porque no busca primero a Dios sino, solo exclusivamente, aquello que necesitamos de Dios. Dios no está solamente para que nos sirvamos de El cuando estamos en dificultades sino para que estemos con El en todo momento.

Muchos cristianos experimentan crisis de oración. Ellos creen que no pueden orar porque no tienen tiempo. Pero, en verdad, la realidad es distinta. Sus problemas tratan de resolverlos de otra manera, pero si de ninguna manera pueden resolverlos, entonces prueban con Dios. Esto sería que Dios esta en Urgencias, y cuando esas necesidades desaparecen, a Dios lo ponen aparte y no lo buscan. Por eso se puede decir que el verdadero problema en la oración es nuestra postura hacia Dios, es decir, nuestra fe.

Existen diversas facetas y modos de la oración. Entre nosotros es común la oración verbal, que es la más expresiva, con muchas palabras, textos y canciones. Eso es bueno, pero no alcanza a conformar al alma del hombre moderno.

Diariamente el alma se llena con una variada información é imágenes y, por eso, le es necesaria la paz, el sosiego, para que pueda encontrarse con Dios. Por eso el sentido de muchas palabras y canciones consiste en la invocación para que el alma entre en lo nuevo -el ritmo de Dios- para ser capaz de quedarse en paz, con Dios. Por eso la oración de adoración es la más ejemplar. Mientras decíamos que nuestra oración puede ser atea, porque no buscamos a Dios, sino algo de Dios, la oración de adoración es algo especial.

Ni bien encuentres tiempo para Jesús, en el Santísimo Sacramento del altar, pasa un tiempo frente a El y con El en adoración; lo buscas a El, porque El está ahí, El es Emanuel-Dios con nosotros. No lo busques porque te puede dar algo o porque te puede escuchar. En cuanto empiece la adoración muestra que primero lo buscas a El, a El lo alabas y glorificas, a El lo bendices y al El le agradeces y permaneces con El porque El es Jahve. Por eso las condiciones para la adoración son la fe y el amor.

Nosotros no toleramos un encuentro con alguien a quien no le tenemos confianza y no lo amamos. Esto referente a Dios y a los hombres. El amor y la confianza crecen permaneciendo unos con otros, así como la sensibilidad de unos hacia otros. Y cuanto más crece el amor por alguien menos palabras se necesitan para entenderse y queda así mas espacio de silencio, el cual traspasa en profundidad al alma y al corazón, trayendo la pacificación con Dios y no con las cosas que El dio.

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