16 de febrero de 2014

La Eucaristía sacia el hambre de la humanidad


Como seguidores de Cristo no despreciamos las cosas buenas de la tierra, pues sabemos que éstas han sido creadas por Dios, que es la fuente de todo bien. Tampoco tratamos de ignorar la necesidad de pan, la gran necesidad de alimento que tantos hombres sufren en todo el mundo, incluso en nuestras tierras […] Y sin embargo sigue siendo cierto que “no sólo de pan vive el hombre”. La persona humana tiene una necesidad que es aún más profunda, un hambre que es mayor que aquella que el pan puede saciar –es el hambre que posee el corazón humano de la inmensidad de Dios-.


Es un hambre que sólo puede ser saciada por Aquel que dijo: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida” (Jn 6, 53-55).

Juan Pablo II, homilía del 16 de febrero de 1981

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