“Vivir eucarísticamente significa salir de las angustias de la propia vida y adentrarse en el horizonte infinito de la vida de Cristo. Quien busca al Señor en Su casa, no se preocupará tan sólo de hablarle de sí mismo y de sus preocupaciones. Empezará a interesarse de las preocupaciones del Señor.
La participación cotidiana en el Sacrificio eucarístico nos arrastra, sin que nos demos cuenta, en la gran corriente de la vida litúrgica. Las oraciones y los gestos de la celebración litúrgica nos representan continuamente, durante el año litúrgico, la historia de la Salvación, y nos ayudan a entrar cada vez más en su sentido. Y el mismo Sacrificio va imprimiendo en nosotros el misterio central de nuestra fe, punto cardinal de la Historia de la Salvación, el misterio de la Encarnación y de la Redención.
¿Quien podría participar con empatía de espíritu y corazón en la Eucaristía sin venir atrapado por el espíritu de sacrificio, por el deseo de empeñarse con su vida y su existencia en la gran obra de Redención del Salvador?”
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