Se conmemora el octogésimo
aniversario del memorable XXXII Congreso Eucarístico Internacional en Buenos
Aires celebrado en el año 1934, al que debemos volver, una y otra vez, para
alimentar nuestro amor y respeto hacia el Santísimo Sacramento del Altar; y,
especialmente en este tiempo, para preparar el Congreso Eucarístico del
Bicentenario, a celebrarse en Tucumán, del 16 al 19 de junio de 2016.
Hace 80 años, con la visita del
entonces Secretario de Estado, Cardenal Eugenio Pacelli -luego Papa Pío XI- ,
Buenos Aires se convirtió en “el Paraíso”, según la famosa expresión del
Cardenal legado. Prueba de ello son las 107.000 Primeras Comuniones de niños;
los 200.000 concurrentes en la Misa de Hombres, y el millón de personas en la
Misa de Clausura.
Ochenta años después, en momentos
en que se escuchan muchas expresiones confusas, desacertadas, y hasta
tendenciosas, que pretenden mostrar la Comunión como un derecho, y no como lo
que verdaderamente es, absoluto y gratuito don para quienes estén debidamente
preparados, recordamos la clara expresión de San Juan Pablo II, en su encíclica
Ecclesia de Eucharistia (La Iglesia vive de la Eucaristía), en su punto 37:
“en los casos de un comportamiento externo
grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su
cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no
puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral
se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a
la comunión eucarística a los que “obstinadamente persistan en un manifiesto
pecado grave”.
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