Meditamos el Prefacio de la Plegaria eucarística en la solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo:
En verdad es justo y
necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has ungido con
el óleo de la alegría,
a tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo,
como
Sacerdote eterno y Rey del universo,
para que, ofreciéndose a sí mismo
como
víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz,
consumara el misterio
de la redención humana;
y, sometiendo a su poder la creación entera,
entregara
a tu majestad infinita un Reino eterno y universal:
Reino de la verdad y de la
vida,
Reino de la santidad y de la gracia,
Reino de la justicia, del amor y de
la paz.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar
el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...
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