Oración del Via Lucis para rezar frente al Santísimo Sacramento del Altar
Si se desea, después
del enunciado de cada una de las estaciones, se puede decir:
V/ Verdaderamente ha
resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las
Escrituras. Aleluya.
V/ Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo.
R/ Como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración Preparatoria: Señor
Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la muerte y vives para siempre
comunicándonos la vida, la alegría, la esperanza firme. Tú que fortaleciste la
fe de los apóstoles, de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a amar con
obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante, para que nos entreguemos
de lleno a Ti. Queremos compartir contigo y con tu Madre Santísima la alegría
de tu Resurrección gloriosa. Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre,
haz que, iluminados por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria eterna.
PRIMERA ESTACIÓN.
¡CRISTO VIVE!: ¡HA
RESUCITADO!
En la ciudad santa,
Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la semana. Es un amanecer
glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha vencido definitivamente a la
muerte. ¡Cristo vive! ¡Aleluya!
Del Evangelio según San
Mateo 28, 1-7. (cf. Mc 16, 1-8; Lc, 24, 1-9; Jn 20, 1-2).
Comentario
En los sepulcros suele
poner "aquí yace", en cambio en el de Jesús el epitafio no estaba
escrito sino que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué buscáis entre los
muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc 24, 5-6).
Cuando todo parece que
está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la última palabra, hay que
proclamar llenos de gozo que Cristo vive, porque ha resucitado. Esa es la gran
noticia, la gran verdad que da consistencia a nuestra fe, que llena de una
alegría desbordante nuestra vida, y que se entrega a todos: "hasta a los
muertos ha sido anunciada la Buena Noticia" (1 Pe 4, 6), porque Jesús
abrió las puertas del cielo a los justos que murieron antes que Él.
Cristo, que ha querido
redimirnos dejándose clavar en un madero, entregándose plenamente por amor, ha
vencido a la muerte. Su muerte redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su
resurrección gloriosa nos ha abierto el camino hacia el Padre.
Oración
Señor Jesús, hemos
querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin
avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera
alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría
de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes del
triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos llenarnos
de ese gozo que nunca acaba.
SEGUNDA ESTACIÓN.
EL ENCUENTRO CON MARÍA
MAGDALENA.
María Magdalena, va al
frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar el
cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en
generosidad y sale a su encuentro.
Del Evangelio según San
Juan 20, 10-18 (cf. Mc 16, 9-11; Mt 28, 9-10).
Comentario
La Magdalena ama a
Jesús, con un amor limpio y grande. Su amor está hecho de fortaleza y eficacia,
como el de tantas mujeres que saben hacer de él entrega. María ha buscado al
Maestro y la respuesta no se ha hecho esperar: el Señor reconoce su cariño sin
fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos llama por nuestros nombres,
personalmente, porque nos ama a cada uno. Y a veces se oculta bajo la
apariencia del hortelano, o de tantos hombres o mujeres que pasan, sin que nos
demos cuenta, a nuestro lado.
María Magdalena, una
mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la Resurrección: recibe el
dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.
Oración
Virgen María, Madre de
Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de
tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había
decaído, sino para compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te
queremos pedir que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la
Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos nunca del
Señor.
TERCERA ESTACIÓN.
JESÚS SE APARECE A LAS
MUJERES
Las mujeres se ven
desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un ángel les anuncia que
Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la mayor
alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.
Del Evangelio según San
Mateo 28, 8-10.
Comentario
Las mujeres son las
primeras en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran con diligencia: su
cariño es tan auténtico que no repara en respetos humanos, en el qué dirán.
Cuando embalsamaron el cuerpo de Jesús lo tuvieron que hacer tan rápidamente
que no pudieron terminar ese piadoso servicio al Maestro. Por eso, como han
aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el final, van a acabar su trabajo.
Son valientes y generosas, porque aman con obras. Han echado fuera el sueño y
la pereza y, antes de despuntar el día, ya se encaminan hacia el sepulcro. Hay
dificultades objetivas: los soldados, la pesada piedra que cubre la estancia
donde está colocado el Señor. Pero ellas no se asustan porque saben poner todo
en manos de Dios.
Oración
Señor Jesús, danos la
valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a
cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores,
sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que
nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como
aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar,
desde el silencio, al servicio de los demás.
CUARTA ESTACIÓN.
LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL
SEPULCRO DE CRISTO
Para ratificar la
resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos especiales: los
soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar
que hubiera un engaño.
Del Evangelio según San
Mateo 28, 11-15.
Comentario
Los enemigos de Cristo
quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser robado por sus discípulos
y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y montando la guardia.
Y son precisamente ellos quienes contaron lo ocurrido. Qué acertado es el
comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados: "Si
dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y si los habéis visto, ¿por qué no
se lo habéis impedido?". Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
En lugar de creer, los
sumos sacerdotes y los ancianos quieren ocultar el acontecimiento de la
Resurrección y, con dinero, compran a los soldados, porque la verdad no les
interesa cuando es contraria a lo que ellos piensan.
Oración
Señor Jesús, danos la
limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad. Que nunca
negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de
entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros
intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.
QUINTA ESTACIÓN.
PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN
EL SEPULCRO VACÍO
Los apóstoles han
recibido con desconfianza la noticia que les han dado las mujeres. Están
confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se acercan al sepulcro
con la rapidez de su esperanza.
Del Evangelio según San
Juan 20, 3-10 (cf. Lc 24, 12).
Comentario
Pedro y Juan son los
primeros apóstoles en ir al sepulcro. Han llegado corriendo, con el alma
esperanzada y el corazón latiendo fuerte. Y comprueban que todo es como les han
dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles de cómo estaba el sudario
quedan grabados en su interior, y reflejados en la Escritura. Cristo ha vencido
a la muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho de la historia, que va a
cambiar la historia. Después de este hecho, el Señor saldría al encuentro de
Pedro, como expresión de la delicadeza de su amor; y así, el que llegaría a ser
Cabeza de los Apóstoles, y tendría que confirmarlos en la fe, recibió una
visita personal de Jesús. Así nos lo cuenta Pablo y Lucas: "[Cristo] se
apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Cor 15, 5; cf. Lc 24, 34).
Oración
Señor Jesús, también
nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo para
después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a
lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos hablan en
tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.
SEXTA ESTACIÓN.
JESÚS EN EL CENÁCULO
MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES
Los discípulos están en
el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena. Temerosos y desesperanzados,
comentan los sucesos ocurridos. Es entonces cuando Jesús se presenta en medio
de ellos, y el miedo da paso a la paz.
Del Evangelio según San
Lucas 24, 36-43 (cf. Mc 16, 14-18; Jn, 20, 19-23).
Comentario
Cristo resucitado es el
mismo Jesús que nació en Belén y trabajó durante años en Nazaret, el mismo que
recorrió los caminos de Palestina predicando y haciendo milagros, el mismo que
lavó los pies a sus discípulos y se entregó a sus enemigos para morir en la
Cruz. Jesucristo, el Señor que es verdadero Dios y hombre verdadero. Pero los
apóstoles apenas pueden creerlo: están asustados, temerosos de correr su misma
suerte. Es entonces cuando se presenta en medio de ellos, y les muestra sus
llagas como trofeo, la señal de su victoria sobre la muerte y el pecado. Con
ellas nos ha rescatado. Han sido el precio de nuestra redención. No es un
fantasma. Es verdaderamente el mismo Jesús que los eligió como amigos, y ahora
come con ellos. El Señor, que se ha encarnado por nosotros, nos quiere mostrar,
aún más explícitamente, que la materia no es algo malo, sino que ha sido
transformada porque Jesús la ha asumido.
Oración
Señor Jesús, danos la
fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no te
esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la
historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en
esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como
el tuyo.
SÉPTIMA ESTACIÓN.
EN EL CAMINO DE EMAÚS
Esa misma tarde dos
discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve
esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo sólo se
les abren los ojos al verlo partir el pan.
Del Evangelio según San
Lucas 24, 13-32
Dos discípulos de Jesús
iban andando aquel mismo día a una aldea llamada Emaús (...). Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...) Y comenzando por
Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda
la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo ademán de seguir
adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque
atardece y el día va de caída". Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con
ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se
les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron:
"¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras?"
(cf. Mc 16, 12-13)
Comentario
Los de Emaús se iban
tristes y desesperanzados: como tantos hombres y mujeres que ven con
perplejidad cómo las cosas no salen según habían previsto. No acaban de confiar
en el Señor. Sin embargo Cristo "se viste de caminante" para iluminar
sus pasos decepcionados, para recuperar su esperanza. Y mientras les explica
las Escrituras, su corazón, sin terminar de entender, se llena de luz,
"arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a la mesa, Jesús
parte el pan y se les abren la mente y el corazón. Y descubren que era el
Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va acompañando en nuestro
camino diario para encaminarnos a la Eucaristía: para escuchar su Palabra y
compartir el Pan.
Oración
Señor Jesús, ¡cuántas
veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos desengañados
y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu
Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como
alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de
encontrarte también en los hermanos.
OCTAVA ESTACIÓN.
JESÚS DA A LOS
APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS.
Jesús se presenta ante
sus discípulos. Y el temor de un primer momento da paso a la alegría. Va a ser
entonces cuando el Señor les dará el poder de perdonar los pecados, de ofrecer
a los hombres la misericordia de Dios.
Del Evangelio según San
Juan 20, 19-23 (cf. Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).
Comentario
Los apóstoles no han
terminado de entender lo que ha ocurrido en estos días, pero eso no importa
ahora, porque Cristo está otra vez junto a ellos. Vuelven a vivir la intimidad
del amor, la cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas por el miedo, y
Él les va a ayudar a abrir de par en par su corazón para acoger a todo hombre.
Durante la Última Cena les dio el poder de renovar su entrega por amor: el
poder de celebrar el sacrificio de la Eucaristía. En estos momentos, les hace
partícipes de la misericordia de Dios: el poder de perdonar los pecados. Los
apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este regalo precioso
que Dios otorga al hombre: la capacidad de volver a la amistad con Dios después
de haberlo abandonado por el pecado, la reconciliación.
Oración
Señor Jesús, que
sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos
los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el
pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el
sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el alma,
devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y
serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.
NOVENA ESTACIÓN.
JESÚS FORTALECE LA FE
DE TOMÁS.
Tomás no estaba con los
demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado. Ellos le han
contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el
Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.
Del Evangelio según San
Juan 20, 26-29
Comentario
Tomás no se deja
convencer por las palabras, por el testimonio de los demás apóstoles, y busca
los hechos: ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente nuestro corazón,
busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es una gracia de Dios
que nos lleva reconocerlo como Señor, que mueve nuestro corazón hacia Él, que
nos abre los ojos del espíritu. La fe supera nuestras capacidades pero no es
irracional, ni algo que se imponga contra nuestra libertad: es más bien una luz
que ilumina nuestra existencia y nos ayuda y fortalece para reconocer la verdad
y aprender a amarla. ¡Qué importante es estar pegados a Cristo, aunque no lo
sintamos cerca, aunque no lo toquemos, aunque no lo veamos!
Oración
Señor Jesús, auméntanos
la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza.
Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de
amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás,
queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu
palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo
permanezca en la verdad que libera.
DÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS RESUCITADO EN EL
LAGO DE GALILEA
Los apóstoles han
vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se han esforzado, sin
conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar de nuevo. Y la
obediencia les otorga una muchedumbre de peces.
Del Evangelio según San
Juan 21, 1-6a
En aquel tiempo, Jesús
se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se
apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo,
Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos
también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no
cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla;
pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos,
¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice:
"Echad la rea a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y
no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que
Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor".
Comentario
En los momentos de
incertidumbre, los apóstoles se unen en el trabajo con Pedro. La barca de
Pedro, el pescador de Galilea, es imagen de la Iglesia, cuyos miembros, a lo
largo de la historia están llamados a poner por obra el mandato del Señor:
"seréis pescadores de hombres". Pero no vale únicamente el esfuerzo
humano, hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra, y echar las
redes. En las circunstancias difíciles, cuando parece que humanamente se ha puesto
todo por nuestra parte, es el momento de la confianza en Dios, de la fidelidad
a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la extensión del Reino, es fruto de
la gracia de Dios y del esfuerzo y docilidad del hombre. Pero hay que saber
descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que afina el amor. Y Él nos
premiará con frutos abundantes.
Oración
Señor Jesús, haz que
nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia.
Que aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos
no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que
nunca te perdamos de vista, y sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos
parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos frutos abundantes que
serán tuyos, no nuestros.
UNDÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS CONFIRMA A PEDRO
EN EL AMOR
Jesús ha cogido aparte
a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere ponerlo al frente de la
naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a convertirse en el Pastor de
los que siguen al Señor.
Del Evangelio según San
Juan 21, 15-19.
Comentario
Pedro, el impulsivo, el
fogoso, queda a solas con el Señor. Y se siente avergonzado porque le ha
fallado cuando más lo necesitaba. Pero Jesús no le reprocha su cobardía: el amor
es más grande que todas nuestras miserias. Le lleva por el camino de renovar el
amor, de recomenzar, porque nunca hay nada perdido. Las tres preguntas de Jesús
son la mejor prueba de que Él sí es fiel a sus promesas, de que nunca abandona
a los suyos: siempre está abierta, de par en par, la puerta de la esperanza
para quien sabe amar. La respuesta de Cristo, Buen Pastor, es ponerle a él y a
sus Sucesores al frente de la naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de
Dios con la solicitud de un padre, de un maestro, de un hermano, de un
servidor. Así, Pedro, el primer Papa, y luego sus sucesores son "el Siervo
de los siervos de Dios".
Oración
Señor Jesús, que
sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad, y
volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al
sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la
obediencia, porque es garantía de la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al
Evangelio.
DUODÉCIMA ESTACIÓN.
LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA
SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES
Antes de dejar a sus
discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea de extender el
Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los rincones la Buena
Noticia.
Del Evangelio según San
Mateo 28, 16-20. cf. Lc 24, 44-48.
Comentario
Los últimos días de
Jesús en la tierra junto a sus discípulos debieron quedar muy grabados en sus
mentes y en sus corazones. La intimidad de la amistad se ha ido concretando con
la cercanía del resucitado, que les ha ayudado a saborear estos últimos
instantes con Él. Pero el Señor pone en su horizonte toda la tarea que tienen
por delante: "Id al mundo entero...". Ese es su testamento: hay que
ponerse en camino para llevar a todos el mensaje que han visto y oído. Están
por delante las tres grandes tareas de todo apóstol, de todo cristiano:
predicar, hablar de Dios para que la gente crea; bautizar, hacer que las
personas lleguen a ser hijos de Dios, que celebren los sacramentos; y vivir
según el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el Maestro, el Señor.
Oración
Señor Jesús, que
llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena
Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo de llevar al
mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para que
así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.
DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ASCIENDE AL CIELO
Cumplida su misión
entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve
al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo, y desde
allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.
De los Hechos de los
Apóstoles 1, 9-11 (cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).
Comentario
Todos se han reunido
para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la separación, pero el Señor
les ha llenado de esperanza. Una esperanza firme: "Yo estaré con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo". Por eso los ángeles les sacan de
esos primeros instantes de desconcierto, de "mirar al cielo". Es el
momento de ponerse a trabajar, de emplearse a fondo para llevar el mensaje de
alegría, la Buena Noticia, hasta los confines del mundo, porque contamos con la
compañía de Jesús, que no nos abandona. Y no podemos perder un instante, porque
el tiempo no es nuestro, sino de Dios, para quemarlo en su servicio.
Jesucristo ha querido
ir por delante de nosotros, para que vivamos con la ardiente esperanza de
acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado a la derecha del Padre, hasta
que vuelva al final de los tiempos.
Oración
Señor Jesús, tu
ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que
te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin
descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino
que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.
DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
LA VENIDA DEL ESPÍRITU
SANTO EN PENTECOSTÉS
La promesa firme que
Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un Consolador. Cincuenta
días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se derrama sobre la Iglesia
naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.
De los Hechos de los
Apóstoles 2, 1-4
Comentario
Jesús, el Hijo de Dios,
está ya en el cielo, pero ha prometido a sus amigos que no quedarán solos. Y
fiel a la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía al Espíritu Santo,
la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Muy pegados a la Virgen, Madre de
la Iglesia, reciben el Espíritu Santo. Él es el que llena de luz la mente y de fuego
el corazón de los discípulos para darles la fuerza y el impulso para predicar
el Reino de Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la Iglesia". A
partir de este momento la Iglesia, que somos todos los bautizados, está en
peregrinación por este mundo. El Espíritu Santo la guía a lo largo de la
historia de la humanidad, pero también a lo largo de la propia historia
personal de cada uno, hasta que un día participemos del gozo junto a Dios en el
cielo.
Oración
Dios Espíritu Santo,
Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama nuestro
corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te
conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que,
transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de
nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.
ORACIÓN FINAL: Señor y
Dios nuestro, fuente de alegría y de esperanza, hemos vivido con tu Hijo los
acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu
Santo; haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos
capacite para dar testimonio de Jesucristo en medio del mundo. Te pedimos por
tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia
y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor,
santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los
hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
1 comentario:
Que hermosa devoción! Gracias por difundirla. Bendiciones
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