“Reparemos todos los clérigos
en el gran pecado e ignorancia en que incurren algunos sobre el santísimo
Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo. (…) Pues bien, todos los que
ejercen tan santísimos ministerios, especialmente los que los administran sin
discernimiento, pongan su atención en cuán viles son los cálices, los
corporales y los manteles en los que se
sacrifica el Cuerpo y la Sangre e nuestro Señor. Y hay muchos que lo abandonan en lugares
indecorosos, lo llevan sin respeto, lo reciben indignamente y lo administran
sin discernimiento.
A veces hasta se pisan
sus nombres y palabras escritas, porque el hombre animal no percibe las cosas
que son de Dios (1 Cor 2,14). ¿No nos mueven a piedad todas estas cosas cuando
el piadoso Señor mismo se pone en nuestras manos y lo tocamos y lo recibimos
todos los días en nuestra boca? ¿Es que ignoramos que hemos de ir a parar a sus
manos? Así, pues, enmendémonos cuanto antes y resueltamente de todas estas
cosas y de otras semejantes, y donde se encuentre colocado y abandonado
indebidamente el santísimo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, retírese de allí
y póngase y custódiese en sitio precioso”.
Carta
de San Francisco a todo el clero ( FF 207-209, pp. 159
-160; Edición española: Fuentes Franciscanas)
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