23 de octubre de 2014

La Gracia: El regalo de Dios.




EL MISTERIO DE LA GRACIA SE CORONA EN LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA, SE HACE PATENTE Y VIVIBLE.

En este encuentro semanal con ustedes, queridos amigos, les ofrezco hoy una pequeña catequesis sobre la Gracia de Dios. 

A ustedes se les puede ocurrir pero porqué hablar de esta cosa extraña, pero no es algo extraño, es lo más común de la vida cristiana, es lo esencial de la vida cristiana. 

¿De qué estamos hablando cuando hablamos de la gracia de Dios? Por empezar notemos el nombre: gracia. Una gracia es un don gratuito, gratis, es un regalo que Dios nos hace. ¿Y en qué consiste ese regalo? En participar de la vida de Dios. ¡Casi nada! Es participar de la vida misma de Dios.



Ciertamente Dios nos ha creado pero no solamente siendo criaturas humanas sino que también nos ha asociado íntimamente a su vida. Para decirlo con un término técnico: nos ha elevado al orden sobrenatural. Quiere decir que es algo que no venía de nuestra naturaleza por ser hombres o mujeres sino que es un añadido gratuito, un regalo que Dios nos hace. Esa es la gracia que recibimos en primer lugar en el Bautismo donde nosotros nos hacemos hijos de Dios.

Ahora fijémonos: este participar de la vida de Dios puede referirse a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. En primer lugar este participar de la vida de Dios nos hace hijos de Dios Padre a semejanza de Jesús que es el Hijo único y por eso, por la gracia del Bautismo, podemos llamar a Dios como Padre, podemos rezar el Padrenuestro como lo rezamos todos los días.

Quizás rezamos todos los días el Padrenuestro y no nos damos cuenta de lo que estamos diciendo, lo decimos muy rápido y no siempre somos concientes de lo que estamos diciendo. Allí estamos haciendo referencia a esta enormidad que Dios por la gracia del Bautismo nos ha hecho sus hijos y, entonces, nosotros, entramos, por decirlo así, en el mundo, en la vida de la Santísima Trinidad.

Somos hijos en el Hijo. Así como Jesús es el Hijo eterno del Padre, hecho hombre por nosotros, por la gracia del Bautismo nosotros nos hacemos semejantes a Jesús, hermanos de Jesús. Entonces estamos llamados, siguiendo el camino del Evangelio que Jesús nos traza, a vivir como hijos de Dios.

Esta participación de la vida de Dios, del Padre y del Hijo, se hace posible porque la gracia es el don del Espíritu Santo que es quien nos convierte en hijos de Dios, nos modela a semejanza de Cristo. Es muy importante subrayar el papel del Espíritu Santo en la vida de la gracia porque a veces no se toma debidamente en cuenta.

Cuando nosotros rezamos el Padrenuestro estamos haciendo alusión a todo esto. Nos estamos identificando como hijos de Dios. Nosotros nos atrevemos a decir que Dios es nuestro Padre porque el Espíritu Santo nos inspira a hacerlo. Es el Espíritu Santo que Cristo nos ha dejado como un regalo fruto de su Pascua, de su Muerte y su Resurrección. 

Este es el misterio de la gracia de Dios. Todos tenemos que estar contentos, felices, de haber sido agraciados de esta manera por Dios.

Por supuesto que en el camino de la vida este vestido limpio, blanco e inmaculado de la gracia se mancha de barro y ¿qué es esa mancha? Esa mancha es el pecado y Dios ha impuesto también el remedio. Así como en el Bautismo empezamos un principio absoluto que borra el pecado original, aquel con el que todos nacemos, heredado de nuestros primeros padres, así también cada vez que manchamos ese vestido bautismal con el barro de nuestros pecados el Señor nos ofrece el perdón mediante el sacramento de la Reconciliación, la Confesión, la Penitencia. Por supuesto tenemos que estar convertidos, arrepentidos y proponernos evitar en el futuro esas faltas en las cuales hemos caído. 

¿Y cómo se corona el misterio de la gracia? En la comunión eucarística con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es allí donde el movimiento que empezó en el Bautismo, que se confirmó en la Confirmación y que puede recuperarse cuando uno ha caído en el pecado alcanza su culminación. Podemos decir que el misterio de la Gracia se hace patente y vivible para nosotros en el misterio eucarístico, en la comunión eucarística con Jesús, en la comunión con su Cuerpo y su Sangre. 

Esta es la pequeña catequesis que quería ofrecerles sobre la gracia de Dios. Recordémoslo frecuentemente sobre todo, como les decía, cuando rezamos el Padrenuestro, cuando invocamos a Jesús para pedir su auxilio y su compañía, cuando invocamos al Espíritu Santo pidiéndole que nos inspire, que nos ilumine. Lo que estamos pidiendo es esto: el favor de Dios, la gracia de Dios.


Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata


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