Tenemos que redescubrir con orgullo el
privilegio de poder participar en la Eucaristía , que es el sacramento del mundo
renovado. La resurrección de Cristo tuvo lugar el primer día de la semana, que
para los judíos era el día de la creación del mundo. Precisamente por este
motivo el domingo era considerado por la primitiva comunidad cristiana como el
día en el que tuvo inicio el mundo nuevo, el día en el que con la victoria de
Cristo sobre la muerte comenzó la nueva creación.
«¿Cómo podremos vivir sin él?». Escuchamos
el eco de la afirmación de los mártires de Abitene en estas palabras de san
Ignacio: «Sine dominico non possumus». De aquí surge nuestra oración: que los
cristianos de hoy vuelvan a encontrar la conciencia de la decisiva importancia
de la celebración dominical y que sepamos sacar de la participación en la Eucaristía el empuje
necesario para un nuevo compromiso en el anuncio al mundo de Cristo «nuestra
paz» (Ef 2, 14).
Benedicto XVI (en el congreso eucarístico internacional del año 2010)
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