Exposición del Santísimo Sacramento
Canto de adoración
Meditación
El desvelo de Santa Teresa por cuidar y amar la Eucaristía:
"Llegadas a la casa, entramos en un patio. Las paredes harto caídas me parecieron, mas no tanto como cuando fue de día se pareció. Parece que el Señor había querido se cegase aquel bendito padre para ver que no convenía poner allí Santísimo Sacramento. Visto el portal, había bien que quitar tierra de él, a teja vana, las paredes sin embarrar, la noche era corta, y no traíamos sino unos reposteros, creo eran tres: para toda la largura que tenía el portal era nada. Yo no sabía qué hacer, porque vi no convenía poner allí altar. Plugo al Señor, que quería luego se hiciese, que el mayordomo de aquella señora tenía muchos tapices de ella en casa, y una cama de damasco azul, y había dicho nos diesen lo que quisiésemos, que era muy buena.
Yo, cuando vi tan buen
aparejo, alabé al Señor, y así harían las demás; aunque no sabíamos qué hacer
de clavos, ni era hora de comprarlos. Comenzáronse a buscar de las paredes; en
fin, con trabajo, se halló recaudo. Unos a entapizar, nosotras a limpiar el
suelo, nos dimos tan buena prisa, que cuando amanecía, estaba puesto el altar,
y la campanilla en un corredor, y luego se dijo la misa. Esto bastaba para
tomar la posesión. No se cayó en ello, sino que pusimos el Santísimo Sacramento,
y desde unas resquicias de una puerta que estaba frontero, veíamos misa, que no
había otra parte.
Yo estaba hasta esto
muy contenta, porque para mí es grandísimo consuelo ver una iglesia más adonde
haya Santísimo Sacramento. Mas poco me duró. Porque, como se acabó misa, llegué
por un poquito de una ventana a mirar el patio y vi todas las paredes por
algunas partes en el suelo, que para remediarlo era menester muchos días. ¡Oh
válgame Dios! Cuando yo vi a Su Majestad puesto en la calle, en tiempo tan
peligroso como ahora estamos por estos luteranos, ¡qué fue la congoja que vino
a mi corazón!
Con esto se juntaron
todas las dificultades que podían poner los que mucho lo habían murmurado, y
entendí claro que tenían razón. Parecíame imposible ir adelante con lo que
había comenzado, porque así como antes todo me parecía fácil mirando a que se
hacía por Dios, así ahora la tentación estrechaba de manera su poder, que no
parecía haber recibido ninguna merced suya; sólo mi bajeza y poco poder tenía
presente. Pues arrimada a cosa tan miserable, ¿qué buen suceso podía esperar? Y
a ser sola, paréceme lo pasara mejor; mas pensar habían de tornar las
compañeras a su casa, con la contradicción que habían salido, hacíaseme recio.
También me parecía que, errado este principio, no había lugar todo lo que yo
tenía entendido había de hacer el Señor adelante. Luego se añadía el temor si
era ilusión lo que en la oración había entendido, que no era la menor pena,
sino la mayor; porque me daba grandísimo temor si me había de engañar el
demonio.
¡Oh Dios mío! ¡Qué cosa
es ver un alma, que Vos queréis dejar que pene! Por cierto, cuando se me
acuerda esta aflicción y otras algunas que he tenido en estas fundaciones, no
me parece hay que hacer caso de los trabajos corporales, aunque han sido
hartos, en esta comparación.
Con toda esta fatiga
que me tenía bien apretada, no daba a entender ninguna cosa a las compañeras,
porque no las quería fatigar más de lo que estaban. Pasé con este trabajo hasta
la tarde, que envió el rector de la Compañía a verme con un padre que me animó
y consoló mucho. Yo no le dije todas las penas que tenía, sino sólo la que me
daba vernos en la calle. Comencé a tratar de que se nos buscase casa alquilada,
costase lo que costase, para pasarnos a ella, mientras aquello se remediaba, y
comencéme a consolar de ver la mucha gente que venía, y ninguno cayó en nuestro
desatino, que fue misericordia de Dios, porque fuera muy acertado quitarnos el
Santísimo Sacramento. Ahora considero yo mi bobería y el poco advertir de todos
en no consumirle; sino que me parecía, si esto se hiciera, era todo deshecho.
Por mucho que se
procuraba, no se halló casa alquilada en todo el lugar; que yo pasaba harto
penosas noches y días. Porque, aunque siempre dejaba hombres que velasen el
Santísimo Sacramento, estaba con cuidado si se dormían; y así me levantaba a
mirarlo de noche por una ventana, que hacía muy clara luna, y podíalo bien ver.
Todos estos días era mucha la gente que venía, y no sólo no les parecía mal,
sino poníales devoción de ver a nuestro Señor otra vez en el portal. Y Su
Majestad, como quien nunca se cansa de humillarse por nosotros, no parece
quería salir de él.
Ya después de ocho
días, viendo un mercader la necesidad (que posaba en una muy buena casa),
díjonos fuésemos a lo alto de ella, que podíamos estar como en casa propia.
Tenía una sala muy grande y dorada, que nos dio para iglesia. Y una señora que
vivía junto a la casa que compramos, llamada doña Elena de Quiroga, gran sierva
de Dios, dijo que me ayudaría para que luego se comenzase a hacer una capilla
para donde estuviese el Santísimo Sacramento y también para acomodarnos cómo
estuviésemos encerradas. Otras personas nos daban harta limosna para comer, mas
esta señora fue la que más me socorrió".
Silencio
Oración de Santa Teresa para rezar frente al Santísimo Sacramento
Vuestra soy, para vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues sabiduría,
O por amor, ignorancia,
Dadme años de abundancia
o de hambre y carestía;
Dad tiniebla o claro día;
pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea la viña fructuosa
O estéril, si cumple así.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no, esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Canto de adoración
Bendición final con el Santísimo Sacramento
No hay comentarios:
Publicar un comentario