12 de octubre de 2014

Algunos gestos y posturas de los fieles en la Misa


Las normas fundamentales sobre los gestos y posturas corporales en la Misa las hallamos en la Ordenación general del Misal Romano (OGMR), así como en el Ordinario de la Misa (OMR).

Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien, desde que el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe [el Credo] y la oración universal [de los fieles]; además desde la invitación Orad, hermanos, antes de la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se dice más abajo.

Destacamos que el pueblo debe ponerse en pie al Orad, hermanos, porque en pie debe estar durante las tres oraciones propias de la Misa del día: colecta, ofrendas y comunión. No tiene sentido que esté en pie en la oración de colecta y de comunión, y sentado en la de las ofrendas.

Y también recordamos que «Todos se inclinan» en el Credo, sacerdote y pueblo, cuando se dice «bajó del cielo… y se hizo hombre» (OMR 15). En esas mismas palabras, todos se arrodillan en las solemnidades de la Navidad y de la Anunciación, 25 marzo.

Estarán sentados mientras se proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio; también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio después de la Comunión.

Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.



Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de los Obispos [o a su elección, si la Conferencia ha legitimado ambas formas]. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia».

Añadimos una nota de la Oficina para las celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice. Los signos externos de devoción por parte de los fieles (1-XII-2011). «Finalmente queremos destacar el arrodillarse en la consagración y, donde se conserva este uso desde el Sanctus hasta el final de la Plegaria Eucarística, o al recibir la sagrada Comunión. Son signos fuertes que manifiestan la conciencia de estar ante Alguien particular. Es Cristo, el Hijo de Dios vivo, y ante él caemos de rodillas. En el arrodillarse el significado espiritual y corporal forman una unidad, pues el gesto corporal implica un signficado espiritual y, viceversa, el acto espiritual exige una manifestación, una traducción externa. Arrodillarse ante Dios no es algo “no moderno”, sino que corresponde a la verdad de nuestro mismo ser. “Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse, y una fe, o una liturgia que desconociese el arrodillarse, estaría enferma en uno de sus puntos capitales. Donde este gesto se ha perdido, se debe aprender de nuevo, para que nuestra oración permanezca en la comunión de los Apóstoles y los mártires, en la comunión de todo el cosmos, en la unidad con Jesucristo mismo” (J. Ratzinger, Opera omnia. Teologia della liturgia, p. 183)».

Añadimos también una disposición la Congregación del Culto Divino en el Ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa: «Ante el Santísimo Sacramento, ya reservado en el sagrario, ya expuesto para la adoración pública, sólo se hace genuflexión sencilla», es decir, con una sola rodilla.

Sin embargo, pertenece a la Conferencia Episcopal adaptar los gestos y las posturas descritos en el Ordinario de la Misa a la índole y a las tradiciones razonables de los pueblos, según la norma del derecho (Vat. II, SC 40). Pero préstese atención a que respondan al sentido y la índole de cada una de las partes de la celebración. Donde existe la costumbre de que el pueblo permanezca de rodillas desde cuando termina la aclamación del «Santo» hasta el final de la Plegaria Eucarística y antes de la Comunión cuando el sacerdote dice «Éste es el Cordero de Dios», es laudable que se conserve.


Para conseguir esta uniformidad en los gestos y en las posturas en una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que hagan el diácono o el ministro laico, o el sacerdote, de acuerdo con lo que se establece en el Misal.

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