Las normas fundamentales sobre los gestos y posturas
corporales en la Misa las hallamos en la Ordenación general del Misal Romano
(OGMR), así como en el Ordinario de la Misa (OMR).
Los fieles están de pie desde el principio del canto de
entrada, o bien, desde que el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta
inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación
del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe [el Credo] y la oración
universal [de los fieles]; además desde la invitación Orad, hermanos, antes de
la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se
dice más abajo.
Destacamos que el pueblo debe ponerse en pie al Orad,
hermanos, porque en pie debe estar durante las tres oraciones propias de la
Misa del día: colecta, ofrendas y comunión. No tiene sentido que esté en pie en
la oración de colecta y de comunión, y sentado en la de las ofrendas.
Y también recordamos que «Todos se inclinan» en el Credo,
sacerdote y pueblo, cuando se dice «bajó del cielo… y se hizo hombre» (OMR 15).
En esas mismas palabras, todos se arrodillan en las solemnidades de la Navidad
y de la Anunciación, 25 marzo.
Estarán sentados mientras se
proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la
homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio;
también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio
después de la Comunión.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de
salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras
causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se
arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el
sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie,
según lo haya determinado la Conferencia de los Obispos [o a su elección, si la
Conferencia ha legitimado ambas formas]. Cuando comulgan estando de pie, se
recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia».
Añadimos una nota de la Oficina para las celebraciones
litúrgicas del Sumo Pontífice. Los signos externos de devoción por parte de los
fieles (1-XII-2011). «Finalmente queremos destacar el arrodillarse en la
consagración y, donde se conserva este uso desde el Sanctus hasta el final de
la Plegaria Eucarística, o al recibir la sagrada Comunión. Son signos fuertes
que manifiestan la conciencia de estar ante Alguien particular. Es Cristo, el
Hijo de Dios vivo, y ante él caemos de rodillas. En el arrodillarse el
significado espiritual y corporal forman una unidad, pues el gesto corporal
implica un signficado espiritual y, viceversa, el acto espiritual exige una
manifestación, una traducción externa. Arrodillarse ante Dios no es algo “no
moderno”, sino que corresponde a la verdad de nuestro mismo ser. “Quien aprende
a creer, aprende también a arrodillarse, y una fe, o una liturgia que desconociese
el arrodillarse, estaría enferma en uno de sus puntos capitales. Donde este
gesto se ha perdido, se debe aprender de nuevo, para que nuestra oración
permanezca en la comunión de los Apóstoles y los mártires, en la comunión de
todo el cosmos, en la unidad con Jesucristo mismo” (J. Ratzinger, Opera omnia.
Teologia della liturgia, p. 183)».
Añadimos también una disposición la Congregación del Culto
Divino en el Ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa: «Ante el
Santísimo Sacramento, ya reservado en el sagrario, ya expuesto para la
adoración pública, sólo se hace genuflexión sencilla», es decir, con una
sola rodilla.
Sin embargo, pertenece a la Conferencia
Episcopal adaptar los gestos y las posturas descritos en el Ordinario de la
Misa a la índole y a las tradiciones razonables de los pueblos, según la norma
del derecho (Vat. II, SC 40). Pero préstese atención a que respondan al sentido
y la índole de cada una de las partes de la celebración. Donde existe la
costumbre de que el pueblo permanezca de rodillas desde cuando termina la
aclamación del «Santo» hasta el final de la Plegaria Eucarística y antes de la
Comunión cuando el sacerdote dice «Éste es el Cordero de Dios», es laudable que
se conserve.
Para conseguir esta uniformidad en los gestos y en las
posturas en una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que
hagan el diácono o el ministro laico, o el sacerdote, de acuerdo con lo que se
establece en el Misal.
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