La fiesta solemne de
Corpus Christi comenzó a celebrarse el jueves después de la fiesta de la
Santísima Trinidad con toda la octava en la ciudad de Lieja en 1256, y desde
1265 por toda la Iglesia conforme a una bula promulgada por el Papa Urbano IV
del 8 de septiembre de 1264.
Para establecer esta
fiesta en su Iglesia Dios se sirvió de Santa Juliana de Cornillon, ayudada por
la Beata Eva y por la renombrada Isabel de Huy. Uniólas Dios en corazón y
pensamiento para que, como un trío de víctimas de Jesús Sacramentado,
encendiesen al pueblo de amor a la Eucaristía e inspirasen a la Iglesia a
instituir una fiesta triunfal de adoración y reverencia solemne al Sacramento
de Amor.
Tuvieron muchas
visiones celestiales, hallaron muchas dificultades y persecuciones de parte de
los hombres, pero al final consiguieron su deseo, pues entre los pocos sabios
que probaron su pensamiento, uno era el archidiácono de Lieja, Santiago
Pantaleón, quien, exaltado por Dios a la cátedra de San Pedro en Roma con el
nombre de Urbano IV, estableció sin tardanza esta fiesta por toda la Iglesia.
Santo Tomás de Aquino,
a solicitud de dicho Papa, compuso la Misa y el oficio con los himnos del
Santísimo Sacramento que millones y millones de cristianos cantarían durante
todos los siglos.
El renombrado Papa
Urbano IV, seguido por Martín V y Eugenio IV, concedieron muchas indulgencias a
los cristianos que asisten las funciones de la Iglesia desde las primeras
vísperas de la fiesta hasta todos los días de la octava, y en las procesiones
del Santísimo.
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