Nosotros, Obispos y Sacerdotes, no sólo somos testigos de
profundos cambios, sino actores comprometidos en esos procesos de
transformación que afectan a diferentes ambientes de nuestra Iglesia. Y,
como sucedió muchas veces a través de tantas épocas y lugares, también la
crisis actual de la Iglesia
radica principalmente en la herida Eucarística, en la irreverencia y falta de
cuidado en el trato con Jesús Eucaristía.
En
el mundo se sufre una profunda desacralización. En el Paraguay esto tiene
forma de Teología de la
Liberación , pero sus devastadoras ideas tuvieron origen en
aceptaciones anteriores. Ideas y percepciones que lograron alterar el paradigma
original de la relación del hombre con Dios, que era de filial correspondencia.
Pretendida sustitución de lo sobrenatural por lo natural, de la Verdad que nos hace libres
por una falsa liberación socioeconómica, como si esta pudiera hacerse efectiva
sin sacudir previamente la esclavitud del pecado. Una hecatombe que desnudó los
altares de Europa, desplazando a Dios y erigiendo al hombre como falso creador
de un mundo cada vez más enfrentado a las cosas sagradas.
Ahora,
después de años de constantes insinuaciones, la crisis (los problemas) en la Iglesia se hacen más
visibles. Una crisis (problemas) que no podrán resolverse a través de un
consenso generalizado sobre un cúmulo de ideas, nacidas justamente en un ámbito
de creciente pérdida de respeto a lo más sagrado, a la Eucaristía. Por
eso es necesario volver a uno de los conceptos fundamentales de este Sacramento,
definido por el Concilio Vaticano II como “…signo de unidad…” (SC.47).
El
Catecismo nos recuerda que la “comunión de vida divina y la unidad del Pueblo
de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente
y se realizan de manera admirable en la Eucaristía ” (1325). La comunión se encuentra en
este Sacramento y no en frágiles acuerdos sobre ideas.
La
comunión en la Iglesia
debe ser buscada y hallada en este excelso “signo de unidad”, en la Eucaristía. Sin
embargo, hemos recorrido el camino inverso, cometiendo graves agravios,
“heridas eucarísticas”.
+ Rogelio Livieres
+ Rogelio Livieres
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