La comunión eucarística es expresión de
una relación personal y comunitaria con Jesucristo. A diferencia de nuestros
hermanos protestantes y en línea con la tradición de la Iglesia, para los
católicos ésta expresa la unión perfecta entre la cristología y la eclesiología.
Por consiguiente, no puedo tener una relación personal con Cristo y con su
verdadero Cuerpo presente en el sacramento del altar y, al mismo tiempo,
contradecir al mismo Cristo en su Cuerpo místico, presente en la Iglesia y en
la comunión eclesial. Por lo tanto, podemos afirmar sin error que si alguien se
encuentra en situación de pecado mortal no puede y no debe acercarse a la
comunión.
Esto sucede siempre, no sólo en el caso
de los divorciados vueltos a casar, sino en todos los casos en los que haya una
ruptura objetiva con lo que Dios quiere para nosotros. Éste es por definición
el vínculo que se establece entre los diversos sacramentos. Por ello, es
necesario estar muy atentos frente a una concepción inmanentista del sacramento
de la eucaristía, es decir, a una comprensión fundada sobre un individualismo
extremo, que subordine a las propias necesidades o a los propios gustos la
recepción de los sacramentos o la participación en la comunión eclesial.
Para algunos la clave del problema es
el deseo de comulgar sacramentalmente, como si el simple deseo fuera un
derecho. Para otros muchos, la comunión es sólo una manera de expresar la
pertenencia a una comunidad. Ciertamente, el sacramento de la eucaristía no
puede ser concebido de modo reductivo como expresión de un derecho o de una
identidad comunitaria: ¡la eucaristía no puede ser un "social
feeling"!
A menudo se sugiere dejar la decisión
de acercarse a la comunión eucarística a la conciencia personal de los
divorciados vueltos a casar. También este argumento expresa un dudoso concepto
de "conciencia", que fue rechazado por la congregación para la fe en
1994. Antes de acercarse a recibir la comunión, los fieles saben que tienen que
examinar su conciencia, lo que les obliga a formarla continuamente y, por lo
tanto, a ser apasionados buscadores de la verdad.
En esta dinámica tan peculiar, la
obediencia al magisterio de la Iglesia no es una carga, sino una ayuda para
descubrir la tan anhelada verdad sobre el propio bien y el de los otros.
CARDENAL MULLER
Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe
(Del libro-entrevista
realizado en Madrid, junio 2014)
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