Oh gran Madre de Dios, María Santísima, Virgen inmaculada, ven a visitar
la casa tan pobre de mi alma, y quítale todo lo que pueda apenar los purísimos
ojos de tu Hijo divino. Cubre con el manto de tu pureza mi miseria y maldad, y
dame pensamientos, afectos y palabras para acoger al Dios que acogen las almas
buenas, al Cordero inmaculado… ¡Oh purísima Virgen a quien invoco! Seme Guía, Maestra
y Madre, para que yo pueda acercarme del modo más conveniente posible a Jesús
Sacramentado.
—Espíritus celestiales que con vuestra presencia honráis al Dios vuestro
y mío en el Sacramento del Amor, venid en mi socorro en este tiempo precioso en
que voy a recibir el Pan Angelical. Ángeles y Arcángeles todos, rogad por mí.
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