Lo «sagrado» cristiano
(cf. 210: La Iglesia es sagrada). En la vida litúrgica es frecuente el uso de
la categoría de «sagrado». Pero ¿qué es lo sagrado en la Iglesia? En un sentido
amplio, toda la Iglesia es sagrada, pues ella es «sacramento universal de
salvación» (LG 48b, AG 1a). Sin embargo, el lenguaje tradicional suele hablar
más bien de sagradas Escrituras, lugares sagrados, sagrados cánones
conciliares, sagrados pastores, etc., y por supuesto, sagrada liturgia. En
efecto, en Cristo, en su Cuerpo místico, que es la Iglesia, se dicen sagradas
aquellas criaturas –personas, cosas, lugares, tiempos, acciones– que han sido
especialmente elegidas y consagradas por Dios en orden a su glorificación y a
la santificación de los hombres. Esa dedicación a Dios exige, normalmente, una
exclusividad –la de un cáliz, por ejemplo–, que no permita el uso de esa
criatura sagrada para usos profanos, por honestos que sean.
Según esto, santo y
sagrado son distintos. Un ministro sagrado, por ejemplo, si es pecador, no es santo,
pero sigue teniendo una sacralidad especial, que le permite realizar con
eficacia ciertas funciones santificantes. De Dios no se dice que sea sagrado,
sino que es Santo. Lo sagrado, en efecto, es siempre criatura. Jesucristo, en
cambio, es a un tiempo el Santo y el sagrado por excelencia. Y precisamente la
humanidad sagrada de Cristo, el Ungido de Dios, es la fuente de toda sacralidad
cristiana.
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