10 de julio de 2015

La dimensión sagrada de la Liturgia


Lo «sagrado» cristiano (cf. 210: La Iglesia es sagrada). En la vida litúrgica es frecuente el uso de la categoría de «sagrado». Pero ¿qué es lo sagrado en la Iglesia? En un sentido amplio, toda la Iglesia es sagrada, pues ella es «sacramento universal de salvación» (LG 48b, AG 1a). Sin embargo, el lenguaje tradicional suele hablar más bien de sagradas Escrituras, lugares sagrados, sagrados cánones conciliares, sagrados pastores, etc., y por supuesto, sagrada liturgia. En efecto, en Cristo, en su Cuerpo místico, que es la Iglesia, se dicen sagradas aquellas criaturas –personas, cosas, lugares, tiempos, acciones– que han sido especialmente elegidas y consagradas por Dios en orden a su glorificación y a la santificación de los hombres. Esa dedicación a Dios exige, normalmente, una exclusividad –la de un cáliz, por ejemplo–, que no permita el uso de esa criatura sagrada para usos profanos, por honestos que sean.




Según esto, santo y sagrado son distintos. Un ministro sagrado, por ejemplo, si es pecador, no es santo, pero sigue teniendo una sacralidad especial, que le permite realizar con eficacia ciertas funciones santificantes. De Dios no se dice que sea sagrado, sino que es Santo. Lo sagrado, en efecto, es siempre criatura. Jesucristo, en cambio, es a un tiempo el Santo y el sagrado por excelencia. Y precisamente la humanidad sagrada de Cristo, el Ungido de Dios, es la fuente de toda sacralidad cristiana.

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