PRIMER MISTERIO
DOLOROSO
Se contempla la
agonía de Jesús en el Huerto de Olivos.
Oh amado Jesús
mío, al contemplarte en el Huerto de Olivos espantado, estremecido, empapado en
sangre y puesto en agonía extrema por la precognición de todos los pecados
humanos, incluidos los míos, se me desgarra el corazón de advertir cómo en esa
situación fuiste abandonado por todos, y se me parte el alma de oir aquella
queja tuya a los Apóstoles: «¿Pues no pudisteis velar una hora conmigo?».
Oh Jesús, desde
el Huerto tú previste también, con tu Corazón divino dolorido, cómo te
abandonarían en el santo Sagrario tantos cristianos que, atareados con ocupaciones
mundanas, te olvidan por completo y no hallan una hora en toda la semana, ni
aun en un mes entero, para pasar con tu Persona eucarística y así aliviarte las
amarguras de tu piadoso corazón. ¡Ah! Líbrame, oh Jesús, de hacerme merecedor
de tu reproche a los Apóstoles; concédeme la gracia de poder y querer venir a
menudo a adorarte y amarte en este Sacramento de Amor y con mi hora de adoración
repararte el abandono de tantos hermanos míos y consolar tu Corazón divino.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
SEGUNDO MISTERIO
DOLOROSO
Se contempla a
Nuestro Señor Jesucristo flagelado en la columna.
Oh Jesús,
Redentor mío, ¿quién podrá comprender cuán grande fue el martirio de tu Sagrado
Corazón en el momento que fuiste despojado de tus vestiduras; y cuán lacerante
fue el dolor que padeciste en tu Sacratísimo Cuerpo cuando fuiste atado a la
columna y despiadadamente flagelado por los crueles judíos como un esclavo?…
Oh Jesús, esos
dolores me hacen pensar en otros mucho más atroces para tu piadoso corazón: los
que te infligen en la Eucaristía tantos cristianos malvados y más crueles que
aquellos judíos, cuando atropellan los altares, rompen los sagrarios, roban los
copones con las hostias consagradas y las pisotean con odio infernal… Haz, oh
Jesús, que con amor a tu Persona eucarística y con actos de reparación yo te
expíe tantos desprecios, y consuele tu Sagrado Corazón.
Padrenuestro, 10 Avemarías, Gloria.
TERCER MISTERIO
DOLOROSO
Se contempla a
Nuestro Señor Jesucristo coronado de espinas y escarnecido por los
judíos.
Oh Jesús, Rey de
todos los siglos, ¡oh, qué amor inmenso me mostraste cuando por el bien de mi
alma quisiste sufrir en tu cabeza sagrada el tormento de la corona de espinas,
y dejas a tus enemigos vestirte con una púrpura rasgada, y hacerte empuñar una
caña como cetro y pasar por un rey bufonesco entre tantos insultos, oprobios y
desprecios!… ¡Ojalá, Jesús mío, tu Pasión marcara el fin de tus punzadas
sufridas entre insultos y desprecios!… ¡Cuántos cristianos en vez de venir a
adorarte como a su Rey cuando estás expuesto en el Altar, vienen a afrentarte
con su mala conducta!… Oh amado Jesús mío, desde el fondo de mi corazón te
adoro en este Sacramento de Amor mientras confieso que eres Rey de todas las
criaturas, y te ofrezco mi corazón para que reines en él y en todos sus afectos
como en siervos fieles.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
CUARTO MISTERIO
DOLOROSO
Se contempla a
Nuestro Señor Jesucristo condenado a muerte, cargado con la Cruz,
y encaminado al
Calvario.
¡Oh Jesús mío!
¡Me deja pasmado la paciencia con la cual oíste a Pilato sentenciarte a muerte
contra toda justicia y pese a sus propias declaraciones reiteradas de tu
inocencia! ¡Y no menos pasmosa, por cierto, fue la alegría con la que, desde
Jerusalén hasta el Calvario, recibiste, abrazaste y aceptaste cargar con la Cruz
en la que habías de ser enclavado! ¡Pero no menos pasmoso es el amor con el que
todos los días en todos los altares del mundo aceptas, a la voz de tus
ministros, la muerte mística de la Eucaristía para renovar el Sacrificio del
Calvario por nuestro bien!… ¡Ah! Jesús mío, haz que yo pague con verdadero amor
tantos amores tuyos asistiendo diariamente al Sacrificio de la Misa con fe,
piedad y devoción, y aceptando alegre las cruces que te pluguiere enviarme, con
el corazón siempre ceñido a tu sagrada voluntad.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
QUINTO MISTERIO
DOLOROSO
Se contempla a
Nuestro Señor Jesucristo crucificado y muerto.
Tu sacrificio
está cumplido, oh Jesús… Derramada ya toda tu sangre, pasadas ya tres horas de
la agonía más tormentosa en la Cruz entre dos ladrones, a la vista de tu Madre
María, tú moriste por mi amor para redimirme… Cumpliste por mi amor hasta las
últimas exigencias de la justicia de tu Padre, pero te quedaban por cumplir las
del amor infinito de tu Corazón divino. ¡En este Sacramento, fruto del inmenso amor
que me tuviste, habías de mostrarme toda su grandeza! Oh Jesús, por todos tus
sufrimientos y por tu muerte de cruz con la que me has redimido te doy gracias,
pero te las doy principalmente por el amor que me has patentizado en la
Eucaristía y te prometo retribuirte su grandeza con todo el poder de mi
corazón.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
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