PRIMER MISTERIO
GLORIOSO
Se contempla a
Nuestro Señor Jesucristo resucitado de la muerte a la vida.
Me congratulo
contigo, oh Jesús mío, por esa gloria que alcanzaste en tu Resurrección, y
bendigo de todo corazón la hermosa mañana de aquel día sagrado en que, glorioso
y vencedor de la muerte, saliste del sepulcro para nunca más morir. Por aquella
nueva felicidad de tu Corazón divino, y por el gozo de tu Madre bienamada y de
los Apóstoles al verte resucitado a una vida nueva y gloriosa, haz, oh Jesús
mío, que la frecuente Comunión de tu Cuerpo glorioso me gane la victoria sobre
mis pasiones, indiferencias e ingratitudes, y también la resurrección espiritual.
Encontrarte en la Eucaristía será entonces encontrar el Cielo con toda su venturanza.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
SEGUNDO MISTERIO
GLORIOSO
Se contempla la
subida de Nuestro Señor Jesucristo al Cielo.
Oh Jesús,
confirmados por ti en la Fe tus Apóstoles a los cuarenta días de tu Resurrección,
subiste todo victorioso a la gloria celestial, donde llenaste de alegría y
regocijo a todos los Ángeles y Beatos. Pero tú nos habías prometido no dejarnos
huérfanos en esta tierra y quedarte con nosotros hasta el fin de los siglos.
Gracias te doy, oh Jesús mío, porque cumpliste tu palabra y, no obstante tu Ascensión
al Cielo, te quedaste aquí con nosotros en este Sacramento de Amor. ¡Qué sería
de nosotros, oh Jesús, si nos dejaras solos en este valle de lágrimas, en medio
de los enemigos de nuestras almas!… Huérfanos sin padre permaneceríamos,
ignorantes sin maestro, extraviados sin camino ni luz, ¡totalmente muertos sin
alimento ni vida! Oh Jesús, te ruego, lleno de gratitud, que yo aprenda a
descubrir en tu Persona eucarística todo mi bien.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
TERCER MISTERIO
GLORIOSO
Se contempla a
Nuestro Señor Jesucristo enviando el Espíritu Santo sobre los
Apóstoles
congregados con la Virgen María en el Cenáculo. Oh Jesús, como habías prometido
a los Apóstoles, les enviaste desde el Cielo el Espíritu Santo, que los llenó
de amor, sabiduría, coraje y de todos sus dones. Con esos dones del Espíritu
Santo, oh Jesús mío, te ruego que me capacites y dispongas a conocerte bien en
la Eucaristía, a amarte debidamente, a atraer a los demás a tu amor con
palabras y ejemplo, y a presentarme ante tu majestad como ella me lo reclama:
devoto, reverente y recogido. Oh Jesús, cuando estés en mi corazón durante la
Santa Comunión, dótamelo de todos los dones y virtudes que me harán tuyo en la
Eucaristía; dame una partecilla de aquel celo del cual el Espíritu Santo llenó
los pechos de los Apóstoles, para que así yo, como ellos, sepa atraer corazones
al amor que nos muestras en el santo Sagrario.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
CUARTO MISTERIO
GLORIOSO
Se contempla a
la Virgen María asunta al Cielo en alma y cuerpo.
Oh Virgen María,
tras los muchos años de exilio terrenal que pasaste mayormente adorando y
amando en la Eucaristía a tu divino Hijo Jesús en beneficio de los Apóstoles y
de todos los cristianos, pasada finalmente una muerte dulcísima y preciosa a
los ojos de Dios, fuiste dichosamente asunta al Cielo en compañía de los coros
angélicos y acogida en la gloria por tu propio Hijo Jesús. Oh María, Madre de
mi alma, por el solaz y el júbilo que llenaron tu corazón en aquel día, obtenme
de tu Hijo Jesús la gracia de pasar el resto de mi vida en su adoración y amor
en el Santísimo Sacramento del Altar; séame Jesús eucarístico en este destierro
amparo y consuelo que me lleve a su gozo contigo en el Cielo.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
QUINTO MISTERIO
GLORIOSO
Se contempla a
Nuestra Señora María coronada por la Santísima Trinidad y exaltada sobre los
nueve coros angélicos.
¡Oh gloriosa
Virgen María, Reina del Cielo y de la tierra, Emperatriz de todas las criaturas,
Tesorera y Mediadora de todas las gracias, y Madre de todos los hombres! Por la
Gloria que al coronarte Dios te dio en el Cielo, escucha mi súplica: vuelve a
mí tus ojos misericordiosos y protégeme bajo tu manto. Tú, oh María, eres mi
esperanza; de ti espero ayuda en todas las necesidades. Dame paciencia en todas
las angustias, cruces y tribulaciones de esta vida; defiéndeme de todos los
enemigos de mi alma; y, sobre todo, suscita en mi corazón un amor verdadero,
sólido, vivo y fuerte, todo de luz y fuego, por Jesús Sacramentado. Haz que,
según su propia promesa, en Él halle mi vida y por Él viva para siempre bienaventurado
en el Cielo.
Padrenuestro, 10
Avemarías, Gloria.
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