Lectura del santo Evangelio
según San Marcos (10,2-12)
En aquel tiempo, se
acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: –«¿Le
es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: –«¿Qué
os ha mandado Moisés?»
Contestaron: –«Moisés
permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio».
Jesús les dijo: –«Por
vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la
creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre
y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. De modo que
ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre».
En casa, los discípulos
volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo: –«Si uno
se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera.
Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Palabra del Señor.
Meditación de algunos
puntos en referencia al Sínodo que se inicia:
1.– El lenguaje ambiguo
nunca es católico, y en nuestro tiempo suele ser modernista, como ya lo
denunciaron con especial precisión San Pío X (Pascendi) y Pío XII (Humani
generis). En el Vademecum sobre la familia, elaborado por tres Obispos,
respondiendo a 100 preguntas sobre el Sínodo, se indican el gran poder
destructor de la fe católica que hay en el lenguaje ambiguo:
«“Personas heridas”,
“misericordia”, “acogida”, “ternura”, “profundización”, son ejemplos de
palabras que podrían sufrir un uso unilateral y simplista y, en ese sentido,
tener una especie de efecto talismánico» (n.83). En números siguientes analizan
los autores el falso sentido que puede darse en palabras como las citadas u
otras semejantes –acompañar, reconocer, acoger– (87-92).
«La “palabra-talismán”
es un vocablo de suyo legítimo, de fuerte contenido emocional, escogido sobre
todo para ser tan flexible y mutable, que pueda asumir varios significados en
función de los contextos en que es usado. Esta elasticidad lo vuelve
susceptible de un uso propagandístico, sometiéndolo a eventuales abusos con
fines ideológicos.
[…] «Manipulada por la
propaganda, la palabra-talismán asume significados siempre más próximos de las
posiciones ideológicas para las cuales se desea trasbordar a los “pacientes”.
Este procedimiento puede ser aplicado fácilmente, inclusive en el ámbito
eclesial. En efecto, el uso de ciertas palabras más que otras puede empujar a
los fieles a substituir un juicio moral por uno sentimental, o un juicio
substancial por uno formal, llegando a considerar como bueno, o por lo menos
tolerable, lo que en el inicio era considerado malo» (84).
2.– Toda doctrina que no tenga fundamento en
Biblia, Tradición y Magisterio apostólico no es católica, y en nuestro tiempo
será normalmente modernista. El Concilio Vaticano II confiesa que esas tres
fuentes están unidas de tal forma «que ninguna puede subsistir sin las otras»
(Dei Verbum 10). Cuando se ignoran, o más aún, cuando se les contradice, como
tantas veces ha sido hecho en público por algunos de los teólogos, Obispos y
Cardenales que están presentes en el Sínodo, se profana el esplendor de la
verdad católica con elocuentes y persuasivas palabras. Pero la verdad es que hablan
y piensan como los hombres, no como Dios (Mt 16,23; cf. Is 55,8-9). En orden a
la fe y a la vida cristiana, sin Biblia, Tradición y Magisterio, sus palabras
no tienen más valor que el mugido de una vaca.
3. Es preciso recuperar
en la práctica pastoral las grandes enseñanzas de la doctrina católica sobre el
matrimonio y la familia. Cuando en tantos escritos, catequesis, predicaciones y
cursillos prematrimoniales se ha silenciado durante medio siglo en tantas
Iglesias locales –más acusadamente en las que hoy están agonizantes– verdades
tan fundamentales como las que tiene la Iglesia sobre la soteriología
(salvación-condenación), la grave maldad de la anticoncepción o del adulterio,
la grandeza maravillosa del matrimonio indisoluble y abierto a la transmisión
de la vida, etc. no puede alegarse para modificar el pensamiento y la práctica
de la Iglesia que ésta se ha alejado mucho del pensamiento y de la vida del
pueblo cristiano. Es un círculo muy vicioso. «El justo vive de la fe. La fe es
por la predicación. Y la predicación, por la palabra de Cristo» (Rm
1,17;10,17). Hay que recuperar la voz de Cristo Maestro y de su esosa la
Iglesia, Madre y Maestra.
4.– Si una parte muy
grande del pueblo cristiano se ha alejado de la Eucaristía, siendo ésta, como
sabemos «fuente y cumbre» de toda la vida cristiana personal y comunitaria, no
es admisible la pretensión de cambiar la doctrina y la disciplina de la Iglesia
sobre la familia y la moral de la vida sexual, alegando que no es posible para
la mayoría de los católicos. Concretemos: los cristianos no-practicantes, los
que no van a Misa los domingos, ni se confiesan nunca, ni comen el pan de vida,
etc., «no tienen vida» en Cristo (Jn 6,53); quebrantan públicamente en forma
habitual mandamientos de la Iglesia que obligan en conciencia gravemente, y son
por tanto pecadores públicos. No puede haber vida cristiana en un alejamiento
habitual, voluntario y no necesario de la Eucaristía. Lo que hay es una
apostasía potencial o actual.
En consecuencia no será
posible recuperar la verdad y la dignidad santa del matrimonio y de la familia
si no se restaura la vida cristiana. Éste ha de ser el empeño principal del
Sínodo y el fin permanente de la Iglesia. Si la Iglesia, para que los cristianos
pecadores puedan perseverar en su estado con buena conciencia, bajara la
exigencia de los preceptos de Cristo, que en realidad son dones que el Espíritu
Santo posibilita y facilita por la vida de la gracia, estaría cavando su propia
tumba.
5.– No es posible
llegar a un acuerdo entre católicos y modernistas. No es posible la comunión
eclesial entre los católicos y aquellos que –niegan la existencia de actos
intrínseca y gravemente pecaminosos; –estiman, pues, que el fin puede a veces
justificar los medios; –consideran que en algunas circunstancias un segundo
«matrimonio» es lícito y exige incluso guardarle fidelidad, de modo que
el adulterio ha de ser considerado en ocasiones un regalo del cielo y un camino
providencial para llegar a una mayor unión con Dios; –exigen a la Iglesia que
considere lícita la anticoncepción, y en casos extremos también el aborto;
–pretenden que la Iglesia reconozca y acepte la unión estable y sexualmente
activa entre homosexuales o bisexuales; –y piensan, ignorando la fuerza de la
gracia y del sacramento, que hoy no es viable la vida conyugal tal como la doctrina
de la Iglesia la enseña.
No es posible un
acuerdo sinodal entre católicos y modernistas. Y si se lograra finalmente
mediante unas fórmulas ambiguas, sería un acuerdo modernista, falso, carente de
la autoridad, claridad, precisión y esplendor propios de la verdad católica, la
de Cristo y la Iglesia.
José María Iraburu,
sacerdote.
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