El cardenal Dolan
aborda directamente en su carta la actuación del sínodo ante la polémica sobre
los divorciados vueltos a casar:
«Se ha dado mucha
atención en la cobertura sobre el sínodo si aquellos que se han casado
sacramentalmente de forma válida, divorciado y vuelto a casar civilmente,
pueden recibir la Sagrada Comunión (De hecho, ese tema candente no fue tan
predominante en el sínodo como en la prensa). La práctica continuada de la
Iglesia -recientemente confirmada por San Juan Pablo II después del sínodo
sobre la familia de 1980 y renovada por el papa Benedicto XVI después del
sínodo sobre la Eucaristía del 2005-- es que no pueden mientras la segunda
unión conyugal continue. Es la consecuencia necesaria de lo que Jesús enseñó
sobre el divorcio y el recasamiento y de lo que el apóstol San Pablo enseño
acerca de estar en estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión. Las propuestas
finales de los obispos del Sínodo no hicieron nada para alterar esa enseñanza».
El arzobispo de Nueva
York destaca como una de las intervenciones más acertadas del sínodo la del
cardenal Thomas Collis, arzobispo de Toronto (Canadá), que estableció como
línea de actuación de la Iglesia lo que hizo Cristo con dos de sus fieles en el
camino a Emaús.
Jesús se acercó. Les
acompañó con su presencia amorosa. Les preguntó acerca de su situación. Escuchó
su testimonio. Les reprendió por sus errores. Les enseñó acerca de la verdad de
las Escrituras. Se reveló a sí mismo en la Eucaristía. En definitiva, restauró
su esperanza y los llevó a la conversión.
El cardenal,
dirigiéndose a sus fieles, les hace la siguiente propuesta:
¿Puedo proponer un
desafío para la Iglesia en Nueva York después del Sínodo sobre la familia?
¡Vamos a imitar plenamente Emaús!
Muchos de los
desacuerdos en el sínodo sobre la pastoral familiar surgiendo de ofrecer una
experiencia parcial del camino de Emaús a los que puede estar desanimados y
andando en la noche. Pero un Emaús parcial no es lo que quiere Jesús para su
pueblo: no es lo que los pastores de la Iglesia están llamados a ofrecer como
servicio. Si solo acompañamos pero no convertimos, entonces simplemente
caminamos al lado de la gente en la noche más lejos, lejos de la comunidad de
fe en Jesuralén. Si solo preguntamos y escuchamos, estamos reteniendo la
noticia salvadora de la salvación. Si solo reprendemos, entonces afligimos a
los que ya sufren. Si solo explicamos la verdad objetiva de las Escrituras, no
somos capaces de mostrar cómo es esa buena noticia para cada persona en
particular. Si traemos a la gente a la Eucaristía sin primero prepararlos
durante el camino para su conversión, no serán transformados por la revelación
de Cristo.
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