¿Qué
está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del
pan su Cuerpo y del vino su Sangre, anticipa su muerte, la acepta en lo más
íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es
violencia brutal ―la
crucifixión―, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se
entrega totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el
Cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo
último fin es la transformación del mundo hasta que
Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Desde siempre todos los
hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del
mundo.
Benedicto XVI a los jóvenes en Colonia (2005)
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