1. "Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados" (Ef 4, 4).
¡Un solo cuerpo!
En estas palabras del apóstol san Pablo se concentra esta tarde de modo
particular nuestra atención, durante estas Vísperas solemnes, con las que
inauguramos el Congreso eucarístico internacional. Un solo cuerpo: nuestro
pensamiento va, ante todo, al Cuerpo de Cristo, ¡Pan de vida!
Jesús, que nació
hace dos mil años de María Virgen, quiso dejarnos durante la última Cena su
cuerpo y su sangre, inmolados por toda la humanidad. En torno a la Eucaristía , sacramento
de su amor a nosotros, se reúne la
Iglesia , su Cuerpo místico. Cristo y la Iglesia , un solo cuerpo,
un único y gran misterio. Mysterium fidei!
2. Ave,
verum corpus, natum de Maria Virgine! ¡Salve, verdadero cuerpo de Cristo,
nacido de María Virgen! Nacido en la plenitud de los tiempos, nacido de mujer,
nacido bajo la ley (cf. Ga 4, 4).
En el corazón del
gran jubileo y al comienzo de esta semana dedicada al Congreso eucarístico,
volvemos a aquel acontecimiento histórico que marcó el pleno cumplimiento de
nuestra salvación. Nos arrodillamos como los pastores ante la cuna de Belén;
como los magos que llegaron de Oriente, adoramos a Cristo, Salvador del mundo.
Como el anciano Simeón, lo estrechamos entre los brazos, bendiciendo a Dios
porque nuestros ojos han visto la salvación que ha preparado ante todos los
pueblos: luz para iluminar a los gentiles y gloria del pueblo de Israel
(cf. Lc 2, 30-32).
Recorremos las etapas de su existencia terrena hasta el Calvario, hasta la gloria de su resurrección. Durante los próximos días, iremos espiritualmente sobre todo al Cenáculo para volver a meditar en cuanto Jesucristo hizo y sufrió por nosotros.
3. "In supremae nocte cenae... se dat suis manibus". Durante la última cena, celebrandola
Pascua con sus discípulos, Cristo se entregó a sí mismo por
nosotros. Sí, la Iglesia ,
convocada para el Congreso eucarístico internacional, vuelve durante estos días
al Cenáculo y permanece allí en adoración. Revive el gran misterio de la Encarnación , fijando
su mirada en el sacramento en que Cristo nos dejó el memorial de su
pasión: "Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros. (...) Este
cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros" (Lc
22, 19-20).
Recorremos las etapas de su existencia terrena hasta el Calvario, hasta la gloria de su resurrección. Durante los próximos días, iremos espiritualmente sobre todo al Cenáculo para volver a meditar en cuanto Jesucristo hizo y sufrió por nosotros.
3. "In supremae nocte cenae... se dat suis manibus". Durante la última cena, celebrando
Ave, verum corpus... vere passum, immolatum!
Te adoramos,
verdadero Cuerpo de Cristo, presente en el Sacramento de la nueva y eterna
Alianza, memorial vivo del sacrificio redentor. ¡Tú, Señor, eres el Pan vivo
bajado del cielo, que da vida al hombre! En la cruz diste tu carne para la vida
del mundo (cf. Jn 6, 51): in cruce pro homine!
Ante un misterio
tan sublime la mente humana queda desconcertada. Pero, confortada por la gracia
divina, se atreve a repetir con fe: Adoro te devote, latens Deitas,
quae sub his figuris vere latitas. Te adoro, oh Dios escondido, que bajo
las sagradas especies te ocultas realmente.
4. "Un
solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido
llamados" (Ef 4, 4).
En estas
palabras, que acabamos de escuchar, el apóstol san Pablo habla de la Iglesia , comunidad de los
creyentes congregados en la unidad de un solo cuerpo, animados por el mismo
Espíritu y sostenidos por la participación en la misma esperanza. San Pablo
piensa en la realidad del Cuerpo místico de Cristo, que en su Cuerpo
eucarístico encuentra el propio centro vital, del que fluye la energía de la
gracia hacia cada uno de sus miembros.
El Apóstol
afirma: "El pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
Porque, aun siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo" (1 Co
10, 16-17). Así, todos los bautizados nos convertimos en miembros de ese cuerpo
y, por consiguiente, en miembros unos de otros (cf. 1 Co 12, 27; Rm
12, 5). Con íntimo reconocimiento, demos gracias a Dios, que ha hecho de la Eucaristía el
sacramento de nuestra plena comunión con él y con nuestros hermanos.
5. Esta
tarde, con las Vísperas solemnes de la Santísima Trinidad ,
comenzamos una semana singularmente densa, durante la cual se reunirán en torno
a la Eucaristía
obispos y sacerdotes, religiosos y laicos de todas partes del mundo. Será una
extraordinaria experiencia de fe y un testimonio elocuente de comunión
eclesial.
Os saludo a
vosotros, queridos hermanos y hermanas que participáis en este acontecimiento
jubilar, que se puede considerar el corazón de todo el Año santo. Mi saludo se
dirige, en particular, a los fieles de la diócesis de Roma, nuestra diócesis,
que, bajo la guía del señor cardenal vicario y de los obispos auxiliares, y con
la colaboración del clero, de los religiosos y las religiosas, así como de
tantos laicos generosos, ha preparado en sus diversos aspectos este Congreso
eucarístico. La diócesis de Roma se dispone a asegurar su desarrollo ordenado
en los próximos días, consciente del honor que tiene al acoger este
acontecimiento central del gran jubileo.
También deseo
dirigir un saludo especial a las numerosas Hermandades, reunidas en Roma para
un significativo "camino de fraternidad". Su presencia, más sugestiva
aún por sus artísticas cruces y notables imágenes sagradas transportadas hasta
aquí en majestuosas andas, es un marco digno de la celebración eucarística para
la que nos hemos congregado aquí.
En esta plaza
confluyen la mente y el corazón de numerosos fieles del mundo entero. Invito a
los creyentes y a las comunidades eclesiales de todos los rincones de la tierra
a compartir con nosotros estos momentos de profunda espiritualidad eucarística.
Pido especialmente a los niños y a los enfermos, así como a las comunidades
contemplativas, que ofrezcan su oración por la feliz y fructuosa realización de
este encuentro eucarístico mundial.
6. El Congreso eucarístico nos invita a renovar nuestra fe en la presencia real de Cristo en el sacramento del altar: Ave, verum corpus!
6. El Congreso eucarístico nos invita a renovar nuestra fe en la presencia real de Cristo en el sacramento del altar: Ave, verum corpus!
Al mismo tiempo,
nos dirige una apremiante exhortación a la reconciliación y a la unidad de
todos los creyentes: "Un solo cuerpo... una sola fe... un solo
bautismo". Por desgracia, divisiones y contrastes desgarran aún el cuerpo
de Cristo e impiden a los cristianos de diversas confesiones compartir el único
Pan eucarístico. Por eso, invoquemos unidos la fuerza sanante de la
misericordia divina, sobreabundante en este año jubilar.
Y tú, oh Cristo,
única Cabeza y Salvador, atrae hacia ti a todos tus miembros. Únelos y
transfórmalos con tu amor, para que la Iglesia resplandezca con la belleza sobrenatural
que brilla en los santos de todas las épocas y naciones, en los mártires, en
los confesores, en las vírgenes y en los innumerables testigos del Evangelio.
O Iesu dulcis, o Iesu pie, o Iesu, fili Mariae!
O Iesu dulcis, o Iesu pie, o Iesu, fili Mariae!
Amén.
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
En la
APERTURA DEL XLVII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL
VÍSPERAS SOLEMNES DELA
SANTÍSIMA TRINIDAD
VÍSPERAS SOLEMNES DE
Domingo 18 de
junio de 2000
No hay comentarios:
Publicar un comentario