Los cristianos nos reunimos en la Santa Misa para entrar en el misterio: ésta es la Liturgia. Es el tiempo de Dios, es el espacio de Dios, es la nube de Dios que nos envuelve a todos.
El Papa Francisco recordó que, cuando era niño, durante la preparación para la Primera Comunión, había un canto que indicaba que el altar está custodiado por los ángeles (Oh santo Altar, por ángeles guardado) para dar “el sentido de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios”.
Y cuando, durante las celebraciones para la preparación de la Primera Comunión, se llevaban las hostias sin consagrar, se decía a los niños: “¡Miren que éstas no son aquellas que recibirán: éstas no valen nada, porque les falta la consagración!”. De esta forma, “celebrar la Liturgia es tener esta disponibilidad a entrar en el misterio de Dios”, en su espacio, en su tiempo, y confiarse “en este misterio”.
“Hoy nos hará bien pedir al Señor que dé a todos nosotros este ‘sentido de lo sagrado’, este sentido que nos hace entender que una cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el Rosario, rezar tantas oraciones hermosas, hacer el Vía Crucis, muchas cosas bellas, leer la Biblia … y otra cosa es la celebración Eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en aquel camino que nosotros no podemos controlar: solamente Él es el Único, Él la gloria, Él es el poder, Él es todo. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios”.
(de la homilía del Papa Francisco en la Capilla de la Domus Sancta Martha, 10 de febrero de 2014)
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