De noche y de día le
vieron orar arrodillado ante el Sagrario.
Y la inicial curiosidad se fue tornando en admiración. Cuando oficiaba misa era palpable que lo
hacía sabiendo que rememoraba el sacrificio de Cristo. «¡Oh, qué cosa tan grande es el sacerdocio! No se comprenderá bien más que en el
cielo... Si se entendiera en la tierra, se moriría, no de susto, sino de amor».
«¡Qué desgracia es un sacerdote sin vida interior!», decía.
“Decid al Padre Eymard
que pediré diariamente por su obra".
San Juan Bautista Maria Vianney lo conoció personalmente y dijo de él:
"Es un santo. El mundo se opone a
su obra porque no la conoce, pero se trata de una empresa que logrará grandes
cosas por la gloria de Dios. ¡Adoración Sacerdotal, que maravilla! …
“Hablar de san Juan
María Vianney es recordar la figura de un sacerdote extraordinariamente
mortificado que, por amor de Dios y por la conversión de los pecadores, se
privaba de alimento y de sueño, se imponía duras disciplinas y que, sobre todo,
practicaba la renuncia de sí mismo en grado heroico” beato Juan XXIII
San Juan Pablo II
escribió de él, en la Carta dirigida a los sacerdotes para el Jueves Santo de
1986: “El Cura de Ars es un modelo de celo sacerdotal para todos los
pastores. El secreto de su generosidad
se encuentra sin duda alguna en su amor a Dios, vivido sin límites, en
respuesta constante al Amor manifestado en Cristo crucificado. En ello funda su deseo de hacer todas las
cosas para salvar las almas rescatadas por Cristo a tan gran precio y
encaminarlas hacia el Amor de Dios.”
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