SANTA MARÍA,
MADRE DE DIOS
He recibido a
Jesús… Está aquí conmigo… ¡Él está en mi corazón y no sé decirle palabra!
¡Pobre Jesús, no ser un alma santa me hace sufrir por Él! ¡Quisiera ser un Serafín,
y no paso de una miserable criatura terrena! Oh María, tú que eres la Santa, la
Santa Madre de Dios; tú que sabes hablarle a Jesús y rogarle: habla y ruégale
por mí. Yo mantendré a Jesús estrechado contra mi corazón, y a ti, oh Santa
María, te confío el oficio de darle gracias por mí.
Oh Reina de los
Santos, dile que deseo reunir las más altas alabanzas y cánticos de todos los
Beatos y ofrecérselos en mi corazón. Oh Reina de los Mártires, dile que uno
todos mis sufrimientos a los tormentos de todos los millones de Mártires y se
los ofrezco en propiciación de mis culpas y en signo de amor. Oh Reina de los Confesores
y de las Vírgenes, dile que le ofrezco las virtudes, penitencias, y azucenas de
pureza de la multitud de almas santas y puras en reparación de mi gran frialdad
y sequedad.
Oh María, Madre
de mi Jesús, ¿no te parece ver a Jesús en mi corazón como estaba en el pesebre,
en el frío, en la pobreza, sobre un poco de heno? Oh María, seme compasiva si
me ves dar mucha pena a tu Hijo. Y así como lo adoraste en la gruta de Belén,
adóralo ahora en mi corazón, dale la calidez de tus ósculos, estréchalo contra
tu corazón, consuélalo con tu amor. Recuerda que Jesús me ha hecho tu hijo, y
viéndolo ahora uno conmigo, ámanos juntos y abrázanos con un mismo amor, ¡oh
Santa María, Madre de Dios!
RUEGA POR
NOSOTROS PECADORES
Jesús está en
mí… ¿No lo ves, María?… Reside en mí como en un ostensorio, pero un ostensorio
de arcilla, sin gemas, sin esplendores. No me mires a mí, oh María… Míralo a
Él… A Jesús… ¡Qué bueno es! ¡Cuán dulce! ¡Cuán hermoso! Te lo presento en el
modesto altar de mi alma para que lo adores, lo ames y le ruegues por mí.
Ruégale tú… ¡Yo no soy capaz de decirle nada! Ruégale que me dote de las
virtudes que placen a su corazón, que me infunda energía contra mis pasiones, apego
al Sagrario, pureza de pensamientos y afectos, afición a las cruces, conformidad
con su voluntad. Ruégale, sí, por mí, oh María… Ruégale por nosotros. Tú sabes
cuánto deseo brindar ayuda a los muchos que amo por mandato de Él mismo… Mis
parientes, amigos, bienhechores, enemigos… Muchos de ellos están entre
quebrantos y cruces… Tú, oh María, ruega a Jesús que consuele a mis amados, que
se apiade de todos; ruégale por mí y por ellos, y sobre ellos y sobre mí derramará
sus gracias y los tesoros de esta comunión.
¡Oh María, yo
soy un pobre pecador! ¡Qué poco glorioso para Jesús, estar en mi corazón! Amada
Madre mía, en ti pongo la esperanza de que me obtengas el perdón de Jesús…
Pequé en el tiempo pasado… No son pocas las faltas que se me han ido acumulando
día a día hasta hoy. Ruega por mí a Jesús y dile que prefiero mil veces morir
antes que ofenderlo… Dile que quiero estar indisolublemente ligado con Él.
Ruega por nosotros, oh María; ruega por tantos pecadores cuya conversión deseo;
impétrales la misericordia de Jesús, y pídele a Él que, desde mi corazón donde
está morando, les envíe un rayo de luz a las mentes, les mude sus corazones,
los encienda de su amor eucarístico y los haga santos.
AHORA
No te importune,
oh María, si te insisto que ruegues por mí; más que nunca ahora que Jesús está
en mi corazón y me ama más que en cualquier otro tiempo. Ahora sí, oh María, en
este tiempo en que Jesús lava mi alma con su Sangre y me abre los tesoros de
sus gracias; tú, oh María, echa mano a esos tesoros y derrámalos sobre mi
corazón. No tardes, Madre mía.
Y ahora, antes
que Jesús parta de mi pecho para el Paraíso, toma mi alma, mi corazón y todo lo
que haya de bueno en este tu hijo, oh María, y llévalo en ofrenda a Jesús
impetrándole que no sea mi huésped sin ser también mi bendecidor y santificador.
Ruega por mí ahora que me verás salir de la iglesia apenado de no haber acogido
bien a Jesús en mi alma, de no haber sabido rogarle y retribuirle tanto amor.
¡Ah! ruégale por mí, agradécele y ámalo en mi lugar.
Y EN LA HORA DE
NUESTRA MUERTE
He comulgado, oh
María, y esta comunión inopinadamente me hace pensar en la que será la última
de mi vida, cuando recibiré a Jesús como Santo Viático. Llegará, oh Amada mío,
llegará esa hora… Y después, ¿qué será de mí?… ¿Estaré acompañado y asistido
por mis seres queridos? ¿O estaré solo y totalmente desamparado?
He aquí mi
última oración, oh María. Déjame morir como quiera Dios —aun abandonado por
todos— pero tú estate conmigo en aquel último momento de mi vida, confórtame y
asísteme tú. Te lo pido, mi buena Madre, por tu amor a Jesús.
En aquella hora
necesitaré que Jesús salga del Sagrario, recorra las calles y venga a mí por
última vez… Que Él haga llover sobre mí sus gracias como nunca y, en un acto de
gran misericordia, me perdone todos mis pecados.
María, en
aquella hora ruega por mí. Necesitaré que Jesús compadezca el silencio de mi
alma incapaz de pensar y hablar… Que acoja el último latido de mi corazón como
el suspiro de una víctima decidida a inmolarse por su amor… Mi último estertor,
mi último dolor, mi último respiro doliente como propiciación de mis pecados, y
tú, oh María, en aquella hora ruega por mí. Necesitaré que Jesús acoja mi alma
en los brazos de su piedad y me sea un juez clemente… Necesitaré… —
Tú lo sabes
todo, oh María; muéstrame, pues, todo tu amor materno, y en la hora de la
muerte ruega por mí.
ASÍ SEA
Oh María, he
hecho mi Comunión, he orado, he esperado… Ahora dejo a tus manos, oh Jesús,
acoger y bendecir mi plegaria y mi esperanza. Te he rogado, pero con la lengua
de María… He esperado, pero con el Corazón de María… Oh Jesús, no quieras
rehusar la oración de María, no vayas a herirle el corazón así. La escuchas
siempre; ¿dejarías de hacerlo ahora porque ha rogado por mí?… Mira, oh Jesús,
aquí junto al Altar, a mi pobre alma esperando tu respuesta a la oración de María
por mí: respóndele, pues, oh Jesús, Amén — así sea.
Oh Jesús,
encuentra con tus ojos los que te está volviendo tu Madre María, aquellos ojos
que vencen tu justicia y despiertan tu piedad, recuerda el amor que tuvo por
ti, recuerda que eres tú su Hijo, repítele entonces a tu Madre la palabra de mi
deseo y del suyo: Amén —Así sea.
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