16 de diciembre de 2012

Eucaristía: regalo de Dios



Del P. Cantalamessa

"Jesús explicaba las cosas del reino con parábolas: adoptemos por una vez su método y tratemos de entender, con la ayuda de una parábola moderna, lo que sucede en la celebración de cada Misa. En una gran hacienda había un empleado que amaba y admiraba desmesuradamente al dueño de la empresa. Por su cumpleaños quiso hacerle un regalo. Pero antes de presentárselo pidió en secreto a todos sus colegas que pusieran su firma en el regalo. Por tanto, llegó a manos del dueño como el regalo indistinto de todos sus dependientes y como un signo de estima y de amor de todos ellos, pero, en realidad, sólo uno había pagado el precio del mismo.

¿No es exactamente lo que sucede en el sacrificio eucarístico? Jesús admira y ama ilimitadamente al Padre celestial. Quiere hacerle cada día, hasta el fin del mundo, el regalo más precioso que se pueda pensar, el de su misma vida. En la Misa invita a todos sus hermanos para que pongan su firma en el regalo, de modo que llega a Dios Padre como el regalo indistinto de todos sus hijos, “el sacrificio mío y de ustedes”, lo llama el sacerdote en el “Oren hermanos” . Pero, en realidad, sabemos que sólo uno ha pagado el precio de dicho regalo. ¡Y qué precio!!

Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en el cáliz. Nuestra firma es, sobretodo ese AMEN solemne que la liturgia hace que pronuncie toda la asamblea en la Plegaria Eucarística: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad de Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén” …

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