El Cristo eucarístico se identifica con el Cristo de la historia de la eternidad. No hay dos Cristos, sino uno solo. Nosotros poseemos, en la Hostia, al Cristo de todos los misterios de la Redención: al Cristo de la Magdalena, del hijo pródigo y de la Samaritana, al Cristo del Tabor y de getsemaní, al Cristo resucitado de entre los muertos, sentado a la diestra del Padre...
Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros debería revolucionar nuestra vida; está aquí entre nosotros: en cada ciudad, en cada pueblo.
M. M. Philipon
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