Realmente nuestra
oración puede llegar a ser atea, es decir, sin Dios. Eso sucede cuando pedimos
de Dios aquello que necesitamos y no lo buscamos a Dios como tal.
Jesús nos enseña que el
Padre todo lo sabe, que nos ama y está dispuesto a darnos todo, y por eso, lo
más importante, es buscar su justicia y su reino y todo lo demás se nos dará
por añadidura. Esto no significa que a Jesús no le podamos decir nuestras necesidades,
derramar frente a El nuestros sufrimientos, buscar ayuda en nuestras dificultades.
Al contrario, El solamente nos encamina a eso. «Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca,
halla; y al que llama, se le abrirá.” San Mateo 7,7-8
Pero si nuestra oración
sólo consistiera en eso, entonces sería atea, porque no busca primero a Dios
sino, solo exclusivamente, aquello que necesitamos de Dios. Dios no está
solamente para que nos sirvamos de El cuando estamos en dificultades sino para que
estemos con El en todo momento.
Muchos cristianos
experimentan crisis de oración. Ellos creen que no pueden orar porque no tienen
tiempo. Pero, en verdad, la realidad es distinta. Sus problemas tratan de
resolverlos de otra manera, pero si de ninguna manera pueden resolverlos, entonces
prueban con Dios. Esto sería que Dios esta en Urgencias, y cuando esas necesidades
desaparecen, a Dios lo ponen aparte y no lo buscan. Por eso se puede decir que
el verdadero problema en la oración es nuestra postura hacia Dios, es decir, nuestra
fe.
Existen diversas
facetas y modos de la oración. Entre nosotros es común la oración verbal, que
es la más expresiva, con muchas palabras, textos y canciones. Eso es bueno,
pero no alcanza a conformar al alma del hombre moderno.
Diariamente el alma se
llena con una variada información é imágenes y, por eso, le es necesaria la
paz, el sosiego, para que pueda encontrarse con Dios. Por eso el sentido de
muchas palabras y canciones consiste en la invocación para que el alma entre en
lo nuevo -el ritmo de Dios- para ser capaz de quedarse en paz, con Dios. Por
eso la oración de adoración es la más ejemplar. Mientras decíamos que nuestra
oración puede ser atea, porque no buscamos a Dios, sino algo de Dios, la
oración de adoración es algo especial.
Ni bien encuentres
tiempo para Jesús, en el Santísimo Sacramento del altar, pasa un tiempo frente
a El y con El en adoración; lo buscas a El, porque El está ahí, El es Emanuel-Dios
con nosotros. No lo busques porque te puede dar algo o porque te puede escuchar.
En cuanto empiece la adoración muestra que primero lo buscas a El, a El lo
alabas y glorificas, a El lo bendices y al El le agradeces y permaneces con El porque
El es Jahve. Por eso las condiciones para la adoración son la fe y el amor.
Nosotros no toleramos
un encuentro con alguien a quien no le tenemos confianza y no lo amamos. Esto
referente a Dios y a los hombres. El amor y la confianza crecen permaneciendo
unos con otros, así como la sensibilidad de unos hacia otros. Y cuanto más
crece el amor por alguien menos palabras se necesitan para entenderse y queda así
mas espacio de silencio, el cual traspasa en profundidad al alma y al corazón, trayendo
la pacificación con Dios y no con las cosas que El dio.
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