Exposición del Santísimo Sacramento
Canto de adoración
Meditamos sobre la consagración a María de San Luis Grignion de Montfort:
Ad Iesum per Mariam (A
Jesús por María)
He dicho, además, que esta devoción consiste
en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María.
No basta entregarse por
esclavo a María una vez sola; ni aun es bastante hacerlo todos los meses o
todas las semanas. Devoción harto pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a
la perfección a que, si bien se practica, la puede levantar. No es muy difícil
alistarse en una cofradía, ni aun abrazar esta devoción y rezar diariamente
algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que
es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima
Virgen y de Jesús por Ella. Muchas personas he hallado que con admirable
entusiasmo se han sometido a tan santas esclavitudes exteriormente; pero muy pocas
que hayan cogido el espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan
perseverado en él.
Silencio
Canto a María
Continuamos la meditación:
Obrar con María.
*La práctica esencial
de esta devoción consiste en hacer todas las acciones con María; es decir,
tomar a la Virgen Santísima por modelo acabado en todo lo que se ha de hacer.
Por eso antes de hacer
cualquier cosa: *Hay que anonadarse delante de Dios, como quien de su cosecha
es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción útil para la vida eterna.
*Hay que recurrir a la Virgen Santísima y unirse a sus intenciones, aunque no
se conozcan. *Hay que unirse por María a las intenciones de Jesucristo, es
decir, ponerse en manos de la Virgen Santísima como instrumento, para que Ella
obre en nosotros, y haga de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su
hijo Jesucristo, para gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni
operación del espíritu que de Ella no dependa.
Obrar en María.
*Hay que hacer todas
las cosas en María, es decir, que hay que irse acostumbrando a recogerse dentro
de sí mismo, para formar una pequeña idea o retrato espiritual de la Santísima
Virgen. Ella será para el alma oratorio en que dirija a Dios sus plegarias, sin
temor de ser desechada. Torre de David para ponerse en seguro contra los
enemigos. Lámpara encendida para alumbrar las entrañas del alma y abrasarla en
amor divino. Recámara sagrada para ver a Dios con Ella. María, en fin, será
únicamente para esta alma su recurso universal y su todo. Si ruega será en
María; si recibe a Jesús en la Sagrada Comunión le meterá en María para que
allí tenga Él sus complacencias. Si algo hace será en María; y en todas partes
y en todo hará actos de desasimiento de sí misma.
Obrar por María.
*Hay que acostumbrarse
a acudir a Nuestro Señor Jesucristo por medio de María, por su intercesión y su
crédito para con Él, de suerte que nunca nos hallemos solos cuando vayamos a
pedirle.
Obrar para María.
*Finalmente, hay que
hacer todas las acciones para María, es decir, que como esclavos que somos de
esta augusta Madre de Dios, no trabajemos más que para Ella, para su provecho y
gloria, como fin próximo y para gloria de Dios, como fin último. Debe esta alma
en todo lo que hace, renunciar al amor propio, que casi siempre, aun sin darse
cuenta, se toma a sí mismo por fin, y repetir muchas veces en el fondo del
corazón: por Vos, mi amada Señora, hago esto o aquello, voy aquí o allá, sufro
tal pena o tal injuria.
Guárdate bien de creer
que lo más perfecto es ir todo derecho a Jesucristo, todo derecho a Dios; tu
obra, tu intención poco valdrá; pero yendo por María será la obra no tuya, sino
de María en ti, y será por consiguiente, muy levantada y muy digna de Dios.
Guárdate bien, además,
de hacerte violencia para sentir y gustar lo que dices y haces; dilo y hazlo
todo con la fe que María tuvo en la tierra, y que con el tiempo Ella te
comunicará. Deja a tu Soberana, pobre esclavillo, la vista clara de Dios, los
transportes, los gozos, los placeres, las riquezas, y no tomes para ti más que
la fe pura, llena de disgusto, de distracciones, de fastidio, de sequedad. Di:
Amén, así sea, a cuanto hace María, mi Reina, en el cielo; para mí es lo mejor
que puedo hacer ahora.
Tampoco te atormentes,
si no gozas tan pronto de la dulce presencia de la Santísima Virgen. No es para
todos esta gracia. Y cuando por su gran misericordia favorece Dios con ella,
muy fácilmente el alma la pierde, si no es fiel en recogerse con frecuencia. Si
tal desgracia te ocurriese, vuélvete dulcemente a tu Soberana y pídele perdón.
Silencio
Aclamaciones eucarísticas
Bendición con el Santísimo Sacramento
Canto final
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