“Toda
nuestra vida, nuestros pensamientos y nuestras palabras, nuestras obras y
nuestros deseos, han de ser para el Señor Sacramentado”.
“Un alma de fe reconoce en
el Sacrificio del altar el portento más extraordinario que se lleva a cabo en
este mundo nuestro. Asistir a la
Misa –para los sacerdotes celebrarla-, significa tanto como
desligarse de los lazos caducos de lugar y tiempo, propios de nuestra condición
humana, para situarnos en la cima del Gólgota junto a la Cruz donde Jesús muere por
nuestros pecados, participando activamente en su Sacrificio redentor”.
“Pidamos perdón a
“No hay nada que se pueda
comparar en esta tierra a la unión con Cristo en el Sacrificio del altar”.
“Mientras
no se trate con más amor al Señor en este Sacramento adorable, la Iglesia no superará estos
momentos de dura prueba”.
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