Lo que se celebra en la Eucaristía (como
presencia y sacrificio del Señor), tiene eficaz significado sacramental, «pues
eso que pasa de fuera, se ha de obrar allá dentro; que los sacramentos así son,
que lo que muestran de fuera obran de dentro» (Serm 57, 357ss).
De modo especial, esta acción sacramental tiene lugar en la comunión
eucarística: «¿Quién vio, quién oyó que Dios se diese en majar a los hombres y
que el Criador sea manjar de su criatura?» (Serm 33, 20ss).
La presencia de Cristo
sacrificado se hace comunión sacramental. La comunión no es, pues, algo
separado del sacrificio, sino unido a él: «Manso va el Señor y callado como un
cordero, y con entrañas encendidas de amor para darnos lo que nos cumple; y
todo lo que allí se ve y se cree nos convida a que nos lleguemos a Él, a
recibir de su mano el perdón y la gracia» (Serm 36, 213ss). «Todo lo
cual recibís cuando comulgáis» (cuerpo, sangre, alma y divinidad) (Serm
37, 1032ss).
Recibir a Cristo es
fuente de confianza e implica comprometerse en la caridad del mismo Cristo. Y
si en cada sacramento se nos comunica la gracia de Cristo, en la Eucaristía «reside el
mismo Señor, fuente de todas las gracias» (Serm 34, 514). Allí se
encuentra fuerza y medicina para todos los males (Serm 39, 121 ss), se
nos incorpora más a Cristo, porque comulgar es «ser hechos participantes de los
merecimientos de Cristo, ser incorporados en Cristo» (Serm 58, 329ss).
Se llama «Sacramento de amor y unión, porque por amor es dado, amor representa
y amor obra en nuestras entrañas... Todo este negocio es amor» (Serm 51,
759ss).
El mismo Espíritu Santo,
que hizo posible la
Encarnación de Verbo en el seno de María, hace también
posible la presencia real de Cristo en la Eucaristía , donde está «el Cuerpo que fue
concebido por Espíritu Santo». Y así como «por merecimientos de Cristo
descendió este Espíritu», así se nos comunica ahora el Espíritu por la Eucaristía , donde está
presente el mismo Cristo (Carta 122, 68ss).
Siempre recuerda a la Santísima Virgen
en los sermones eucarísticos: «¿Qué cosa es una hostia consagrada sino una
Virgen que trae encerrado en sí a Dios?» (Serm 4, 329ss). «Y así hay
semejanza entre la santa encarnación y este sacro misterio; que allí se abaja
Dios a ser hombre, y aquí Dios humanado se baja a estar entre nosotros los hombres.
Allí en el vientre virginal, aquí debajo de la hostia. Allí en los brazos de la Virgen , aquí en las manos
del sacerdote» (Ser 55, 235ss; Carta 122).
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