Podemos decir
los que podrían ser signos de una renovación profunda de la fe:
1.
Que en todas partes se celebrara correctamente la liturgia; que los sacerdotes
fomenten por todos los medios el sacramento de la penitencia, y
estuvieran dispuestos a dedicar horas a este exigente y apasionante
ministerio; que anunciaran orgánicamente el entero misterio de Cristo en la
predicación y en la catequesis, sobre todo el misterio eucarístico
2. Una
participación cada vez más consciente y activa de los fieles en la liturgia,
especialmente en la
Eucaristía ; esto requiere una paciente labor de explicar el
hondo y riquísimo significado de todo lo que se hace y se dice en la liturgia.
3.
Una comunidad cristiana que dé testimonio público de su fe, en todas las
materias que afectan a la convivencia social, y que siga dando testimonio (ya
lo hace, y mucho) de la caridad de Cristo con los más necesitados y marginados, descubriendo que en los que sufren servimos al mismo Cristo que adoramos en el Santísimo Sacramento del altar.
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